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Capítulo 35—Dejar que los torrentes de la caridad corran a raudales MB 282

Seamos dispensadores de los bienes de Dios—Dios ha colocado propiedades en las manos de los hombres a fin de que aprendan a ser misericordiosos, para que sean los dispensadores de sus bienes para aliviar los sufrimientos de las criaturas caídas de Dios.—The Signs of the Times, 20 de junio de 1892. MB 282.1

Mantengamos el corazón tierno y lleno de simpatía—Los actos de generosidad y benevolencia fueron dispuestos por Dios para mantener el corazón de los hijos de los hombres tierno y lleno de simpatía, y para despertar en ellos interés y afecto mutuos a imitación del Maestro, el que por nosotros se hizo pobre, para que pudiéramos ser ricos por su pobreza.—Testimonies for the Church 3:547. MB 282.2

Los torrentes de caridad han de mantenerse fluyendo—Los pequeños torrentes de caridad siempre deben mantenerse fluyendo a la tesorería. La providencia de Dios está mucho más allá que nuestra liberalidad y marcha mucho más rápidamente.—Manuscrito 26, 1891. MB 282.3

Un incesante fluir de dádivas—El dinero que Dios ha confiado a los hombres ha de usarse en bendecir a la humanidad, en aliviar las necesidades de los dolientes y necesitados. Los hombres no deben sentir que han hecho algo muy maravilloso cuando han dado grandes dádivas a ciertas instituciones o iglesias. En la sabia providencia de Dios, continuamente son presentados delante de ellos precisamente los que necesitan su ayuda. Han de aliviar a los que sufren, vestir a los desnudos y ayudar a muchos que están en circunstancias duras y penosas, que luchan con toda su energía para mantenerse y para que su familia no vaya a un asilo de caridad.—The Review and Herald, 4 de enero de 1898. MB 282.4

Pedimos para otros—Al orar: “Danos hoy nuestro pan cotidiano”, pedimos para los demás tanto como para nosotros mismos. Reconocemos que lo que Dios nos da no es para nosotros solos. Dios nos lo confía para que alimentemos a los hambrientos. De su bondad ha hecho provisión para el pobre. Dice: “Cuando haces comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos. ... Mas cuando haces banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos, los ciegos; y serás bienaventurado; porque no te pueden retribuir; mas te será recompensado en la resurrección de los justos”.—El Discurso Maestro de Jesucristo, 91. MB 283.1

La marca de Dios sobre cada dólar—Cualquiera sea la cantidad de nuestros talentos, ya sean uno, dos o cinco, ni un centavo de nuestro dinero se debe malgastar en vanidad, orgullo o egoísmo. Cada dólar que hemos acumulado está sellado con la imagen y marca de Dios. Mientras haya hambrientos en el mundo que alimentar, desnudos que vestir, almas que perecen por el pan y agua de la salvación, cada complacencia innecesaria, cada sobrante de capital, clama en favor de los pobres y desnudos.—The Signs of the Times, 20 de junio de 1892. MB 283.2

Raudales de beneficencia que se secan—Mientras más gasten las personas en vestidos, menos tendrán para alimentar a los hambrientos y vestir a los desnudos, y se secarán los raudales de beneficencia que debieran fluir continuamente. Cada dólar ahorrado al negarnos a nosotros mismos adornos innecesarios, puede ser dado a los necesitados o puede ser colocado en la tesorería del Señor para el sostén del Evangelio, para enviar misioneros a países extranjeros, para multiplicar las publicaciones que llevan rayos de luz a las almas que están en la oscuridad del error. Cada dólar usado innecesariamente priva al que lo gasta de una preciosa oportunidad de hacer el bien.—Testimonies for the Church 4:645, 646. MB 283.3

Dios demanda abnegación—Dios llama a los jóvenes a que se priven de adornos innecesarios y prendas de vestir, aunque no les cuesten sino unas pocas monedas y que coloquen esa cantidad en la alcancía de la caridad. También llama a los de edad madura a detenerse cuando examinan un reloj o cadena de oro, o algún mueble caro y se hagan la pregunta: ¿Sería correcto gastar una suma tan grande por algo que no nos es necesario, o cuando un artículo más barato podría servir también a nuestros propósitos? Al restringiros y levantar la cruz de Jesús, quien por vosotros se hizo pobre, podéis hacer mucho para aliviar los sufrimientos de los pobres que hay entre vosotros; y al imitar así el ejemplo de vuestro Señor y Maestro, recibiréis su aprobación y bendición.—Ibid. 511. MB 284.1

No es algo baladí ser mayordomo del Señor—¡Ojalá vieran inscripto en los costosos adornos de sus hogares, en los cuadros y muebles: “A los pobres errantes metas en casa”! En el comedor, donde la mesa está provista con alimento abundante, el dedo de Dios ha escrito: “¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes metas en casa?” MB 284.2

Consideren todos, jóvenes y viejos, que no es algo baladí ser mayordomo del Señor y ser tildado en los libros del cielo de usar los bienes de una manera egoísta. Los necesitados, los oprimidos, son dejados en necesidad, mientras el dinero del Señor es malgastado egoístamente en extravagancias y lujo. ¡Oh, que todos recuerden que Dios no hace acepción de personas! Es una gran cosa ser un mayordomo fiel y leal, delante de un Dios justo e imparcial, quien no disculpará a ninguno de sus mayordomos ninguna falta de honradez o robo que le haya sido hecho.—Manuscrito 11, 1892. MB 284.3

Se promete una admirable reforma—Cuando la gracia de Cristo se exprese en las palabras y obras de los creyentes, la luz brillará hacia los que están en tinieblas, pues mientras los labios pronuncien la alabanza de Dios, la mano se extenderá para ayudar a los que perecen. Leemos que en el día de Pentecostés, cuando descendió el Espíritu Santo sobre los discípulos, nadie dijo que algo de lo que poseía era suyo. Todo lo que tenían fué entregado para el adelanto de una reforma admirable. Y millares se convirtieron en un día. Cuando el mismo espíritu actúe en los creyentes de hoy y devuelvan a Dios lo que es suyo con la misma liberalidad, se realizará una amplia obra muy abarcante.—Manuscrito 95, 1907. MB 285.1