Tanto instructores como visitadores bíblicos—Hay algunas personas con cierta experiencia que debieran, en ocasión de todo esfuerzo público que realizan en las iglesias moribundas, así como en nuevos lugares, seleccionar a hombres y mujeres de edad madura para ayudarlos en la obra. Así obtendrán conocimiento, interesándolos en el esfuerzo personal, y veintenas de ayudantes se están preparando como instructores bíblicos, colportores y visitadores de las familias.—Carta 34, 1886. Ev 344.2
Se llama a los jóvenes como visitadores evangélicos—Hay muchas actividades en las cuales los jóvenes pueden hallar oportunidad de hacer esfuerzos útiles. Hay que organizarlos y educarlos cabalmente en grupos para que trabajen como enfermeros, visitadores evangélicos, obreros bíblicos, colportores, ministros y evangelistas misioneros médicos.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 532 (1913). Ev 344.3
Mujeres que pueden hacer visitas—Las mujeres pueden realizar una buena obra para Dios si primeramente aprenden la preciosa e importante lección de la mansedumbre en la escuela de Cristo. Podrán beneficiar a la humanidad presentando a la gente la plena suficiencia de Jesús... Ev 344.4
Muchas personas a quienes se les ha confiado algún humilde ramo de trabajo que hacer por el Maestro, pronto llegan a estar insatisfechas y piensan que deben ser maestros y directores. Quieren abandonar su humilde ministerio, que es tan importante en su lugar como las responsabilidades mayores. Los que han sido destinados para realizar visitas, pronto llegan a pensar que algún otro puede hacer esta obra, que algún otro puede hablar palabras de simpatía y ánimo, e inducir a los hombres de una manera humilde y silenciosa a una comprensión correcta de las Escrituras. Pero se trata de una obra que exige mucha gracia, mucha paciencia y un acervo siempre creciente de sabiduría... Ev 344.5
Ninguna obra que se realice por el Maestro puede considerarse inferior y de menor cuantía... Si se efectúa con alegría, humildemente y con la mansedumbre de Cristo, resultará para la gloria de Dios.—Carta 88, 1895. Ev 345.1