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Invalidez crónica MM 142

Una vez me llamaron para que viera a una joven mujer a quien yo conocía. Estaba enferma y empeoraba cada vez más. Su madre deseaba que yo orara por ella. La madre estaba de pie al lado de su lecho y decía: “Pobre niña; no puede vivir mucho tiempo”. Le tomé el pulso; oré con ella y luego le dije: MM 142.1

—“Mi hermana, si usted se levanta, se viste y va a hacer su trabajo usual en la oficina, todo este invalidismo desaparecerá. MM 142.2

—¿Piensa usted que esto pasará?—preguntó. MM 142.3

—Con seguridad que sí. Usted casi ha matado sus fuerzas vitales por el invalidismo,—reliqué. Me volví a la madre y le dije que su hija habría muerto de una imaginación enfermiza si ambas no se hubieran convencido del error que estaban cometiendo. Ella se había estado educando a sí misma en el invalidismo. Por supuesto, ésta es una escuela muy pobre. Pero le dije: “Cambie este orden de cosas: levántese y vístase”. Ella fue obediente, y hoy está viva.—Carta 231, 1905. MM 142.4