En todas las cosas creadas se ve el sello de la Deidad. La naturaleza da testimonio de Dios. La mente sensible, puesta en contacto con el milagro y el misterio del universo, no puede dejar de reconocer la obra del poder infinito. La producción abundante de la tierra y el movimiento que efectúa año tras año alrededor del sol no se deben a su energía inherente. Una mano invisible guía los planetas en el recorrido de sus órbitas celestes. Una vida misteriosa satura toda la naturaleza: una vida que sostiene los innumerables mundos que pueblan la inmensidad, que habita en el minúsculo insecto que flota en el céfiro estival, que sostiene el vuelo de la golondrina y alimenta a los pichones de los cuervos que graznan y que hace florecer el pimpollo y convierte en fruto la flor. MM 10.3