Este mundo ha sido visitado por la Majestad del Cielo, el Hijo de Dios. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. MM 23.1
Cristo vino a este mundo como la expresión del mismo corazón, mente, naturaleza y carácter de Dios. Él era el resplandor de la gloria del Padre para expresar la imagen de su persona. Mas él dejó a un lado su túnica y su corona reales y descendió de su exaltada posición para tomar el lugar de un siervo. Él era rico; pero se hizo pobre por amor a nosotros, para que pudiéramos tener riquezas eternas. Él hizo el mundo, mas se vació a sí mismo en forma tan completa que durante su ministerio declaró: “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza”. MM 23.2
Él vino a este mundo y estuvo entre los seres que había creado como un varón de dolores, experimentado en quebrantos. Él fue “herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”. Él fue tentado en todo como nosotros; no obstante, no se halló pecado en él. MM 23.3