El médico cabalmente convertido no se echará encima responsabilidades que interfieran con su trabajo en favor de las almas. Es un error recargar al médico cristiano, a quien Dios ha designado como su representante a su propia manera, con tantas responsabilidades que no le quede tiempo para estar en comunión con Dios mediante la lectura de su Palabra y la oración. Cristo declaró: “Sin mí, nada podéis hacer”. Entonces, ¿de qué modo puede un médico misionero dedicarse con éxito a su importante trabajo sin buscar fervientemente al Señor en oración? La oración y el estudio de la Palabra proporcionan vida y salud al obrero creyente.—Manuscrito 159, 1899. MM 53.1