El alba lo encontraba a menudo en algún retiro, sumido en la meditación, escudriñando las Escrituras, o en oración. Con su canto daba la bienvenida a la luz del día. Con himnos de acción de gracias amenizaba las horas de labor, y llevaba la alegría del Cielo a los rendidos por el trabajo y a los descorazonados.—El Ministerio de Curación, 34. Mu 11.1