Las oraciones largas de algunos ministros han sido un gran fracaso. Orar un largo rato, como lo hacen algunos, está del todo fuera de lugar. Lastiman la garganta y los órganos vocales, y luego hablan de enfermarse por su ardua labor. Se perjudican sin que sea necesario. Muchos piensan que la oración daña las cuerdas vocales más que hablar. Esto se debe a la posición antinatural del cuerpo y al modo de tener la cabeza. Pueden pararse y hablar, sin sentir molestia. La posición en la oración debiera ser perfectamente natural. Las oraciones largas cansan, y no están de acuerdo con el evangelio de Cristo. Media hora, o aun un cuarto de hora es demasiado tiempo. Unos pocos minutos son suficientes para presentarse ante Dios y decirle lo que desean; y conseguirán que la gente los siga sin cansarse ni disminuir su interés en la devoción y la oración. Así pueden ser renovados y fortalecidos en lugar de quedar agotados. Or 256.2
Muchos han errado al hacer largas oraciones y largas predicaciones, en tono alto y forzando la voz, en una tensión antinatural y un tono antinatural.—Testimonios para la Iglesia 2:545, 546. Or 256.3
Por vuestro propio ejemplo enseñad a orar con voz clara y entendible. Enseñadles a levantar la cabeza de la silla y que no se cubran nunca la cara con las manos. Así pueden ofrecer sus sencillas oraciones, repitiendo al unísono el Padrenuestro.—Conducción del Niño, 495. Or 257.1