Hasta que el conflicto termine, habrá quienes se aparten de Dios. Satanás ordenará de tal manera las circunstancias que, a menos que seamos guardados por el poder divino, ellas debilitarán casi imperceptiblemente las fortificaciones del alma. Necesitamos preguntar a cada paso: “¿Es este el camino del Señor?” Mientras dure la vida, habrá necesidad de guardar los afectos y las pasiones con propósito firme. Ni un solo momento podemos estar seguros, a no ser que confiemos en Dios y tengamos nuestra vida escondida en Cristo. La vigilancia y la oración son la salvaguardia de la pureza. Or 330.1
Todos los que entren en la ciudad de Dios lo harán por la puerta estrecha, con esfuerzo y agonía; porque “no entrará en ella ninguna cosa sucia, o que hace abominación”. Apocalipsis 21:27. Pero nadie que haya caído necesita desesperar. Hombres de edad, que fueron una vez honrados por Dios, pueden haber manchado sus almas y sacrificado la virtud sobre el altar de la concupiscencia; pero si se arrepienten, abandonan el pecado y se vuelven a su Dios, sigue habiendo esperanza para ellos. El que declara: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10), formula también esta invitación: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos; y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”. Isaías 55:7. Dios aborrece el pecado, pero ama al pecador. Declara: “Yo medicinaré su rebelión, los amaré de voluntad”. Oseas 14:4.—La Historia de Profetas y Reyes, 61, 62. Or 330.2