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La mujer de Samaria UE 51

Un día, al pasar por Samaria, se sentó junto a un pozo a descansar. Una mujer vino a sacar agua y él le pidió de beber. UE 51.1

La mujer se sorprendió mucho, porque ella sabía cuánto odiaban los judíos a los samaritanos. Sin embargo, Cristo le dijo que si ella se lo pidiese, él le daría agua viva. Esto la sorprendió más aún. Entonces Jesús le aclaró: “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”. Juan 4:13, 14. El agua viva es un símbolo del Espíritu Santo. Así como el viajero sediento necesita agua para beber, también nosotros necesitamos el Espíritu de Dios en nuestros corazones. El que bebe de esta agua nunca más tendrá sed. UE 51.2

El Espíritu Santo trae el amor de Dios a nuestros corazones. Satisface nuestros anhelos, de manera que las riquezas, honores y placeres de este mundo pierdan su atractivo. Nos llena de un gozo tal que deseamos que otros lo tengan también. Será como una fuente de agua que fluya en bendiciones derredor de nosotros. UE 51.3

Toda persona que tenga el Espíritu de Dios, vivirá para siempre con Cristo en su reino. Recibirlo por fe en el corazón, es el comienzo de la vida eterna. UE 51.4

Jesús le dijo a la mujer que le daría esa preciosa bendición si ella la pedía. También quiere ponerla a nuestro alcance UE 52.1

Esa mujer había quebrantado los mandamientos de Dios, y Cristo le reveló que conocía los pecados de su vida. Pero le manifestó también que era su amigo, que la amaba y se compadecía de ella, y que si estaba dispuesta a abandonar sus pecados, Dios la recibiría como hija suya. UE 52.2

¡Cuánto se alegró ella de saberlo! Muy contenta corrió a la ciudad cercana y llamó a la gente para que viniera a ver a Jesús. UE 52.3

Muchas personas llegaron hasta el pozo y le pidieron a Cristo que permaneciera con ellos. Se quedó dos días, enseñándoles. Muchos escucharon sus palabras, se arrepintieron de sus pecados y lo aceptaron como su Salvador. UE 52.4