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La elección de mi destino MJ 23

¡Ojalá comprenda cada uno que él es el árbitro de su propio destino! En ustedes yace su felicidad para esta vida y para la vida futura e inmortal. Si lo quieren, tendrán compañeros que, por su influencia, restarán valor a sus pensamientos, sus palabras y sus normas morales. Pueden dar rienda suelta a los apetitos y a las pasiones, despreciar la autoridad, usar un lenguaje grosero y degradarse hasta el más bajo nivel. La influencia de ustedes puede ser tal que contamine a otros y sea la causa de la ruina de quienes podrían haber sido traídos a Cristo. Pueden hacer apartar a otros de Cristo, de lo recto, de la santidad y del cielo. En el juicio podrán los perdidos señalarlos y decir: “Si no hubiera sido por su influencia, yo no habría tropezado ni me habría burlado de la religión. Él tenía la luz, conocía el camino al cielo. Yo era ignorante y fui con los ojos vendados por el camino de la destrucción”. Oh, ¿qué respuesta podremos dar a tal acusación? Cuán importante es que cada uno considere hacia dónde conduce a las almas. Estamos a la vista del mundo eterno, y cuán diligentemente debiéramos computar el costo de nuestra influencia. No deberíamos excluir la eternidad de nuestra consideración, sino acostumbrarnos a preguntar continuamente: “¿Agradará esta conducta a Dios? ¿Cuál será la influencia de mi acción sobre la mente de los que han tenido mucho menos luz y evidencia en cuanto a lo recto?” MJ 23.1