Pero la oración no es entendida como se debiera. Nuestras oraciones no han de informar a Dios de algo que él no sabe. El Señor está al tanto de los secretos de cada ser. Nuestras oraciones no tienen por qué ser largas ni decirse en voz alta. Dios lee los pensamientos ocultos. Podemos orar en secreto, y el que ve en secreto oirá y nos recompensará en público. MJ 174.2
Las oraciones dirigidas a Dios para contarle todas nuestras desgracias cuando en realidad no nos sentimos desgraciados, son oraciones hipócritas. Dios tiene en cuenta el corazón contrito. “Porque así dice el Excelso y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es Santo: “Yo habito en la altura y en la santidad, y con el contrito y humilde de espíritu, para reanimar el espíritu de los humildes y dar vida al corazón de los contritos””.1Isaías 57:15. MJ 174.3
La oración no tiene por objeto obrar un cambio en Dios; nos pone a nosotros en armonía con Dios. No reemplaza al deber. Dios nunca aceptará en lugar del diezmo la oración hecha con frecuencia y fervor. La oración no pagará nuestras deudas a Dios [...]. MJ 174.4