La justicia exterior da testimonio de la justicia interior. El que es justo por dentro, no muestra un corazón duro ni falta de compasión, sino que día tras día crece a la imagen de Cristo y progresa de fuerza en fuerza. Aquel a quien la verdad santifica tendrá dominio de sí mismo y seguirá en las pisadas de Cristo hasta que la gracia dé lugar a la gloria. La justicia por la cual somos justificados es imputada; la justicia por la cual somos santificados es impartida. La primera es nuestro derecho al cielo; la segunda, nuestra idoneidad para el cielo.—The Review and Herald, 4 de junio de 1895. MJ 26.1