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El reconocimiento de la propiedad de Dios MJ 216

La consagración a Dios de un diezmo de todas las entradas, ya fueran de la cosecha o la siega, del rebaño o la manada, del trabajo manual o el intelectual; la consagración de un segundo diezmo destinado al alivio del pobre y a otros usos benéficos, tendían a mantener siempre presente ante el pueblo el principio de que Dios es dueño de todo, y que ellos tenían la oportunidad de ser los canales por medio de los cuales fluyeran sus bendiciones. Era una educación adaptada para acabar con todo egoísmo, y para cultivar la grandeza y la nobleza de carácter.—La Educación, 44. MJ 216.2