Buena ventilación, sol y buen drenaje—En la construcción de edificios de utilidad pública o en los destinados a viviendas, urge asegurar buena ventilación y mucho sol. Las iglesias y las escuelas adolecen muchas veces de deficiencia en este respecto. A la falta de ventilación se debe una gran parte de la somnolencia y pesadez que contrarrestan el efecto de muchos sermones y hacen enojosa e ineficaz la tarea del maestro. HC 132.1
En cuanto sea posible, todo edificio destinado a servir de habitación humana debe construirse en paraje elevado y de fácil desagüe. Esto asegurará un solar seco.... A este asunto se le suele dar muy poca atención. Con frecuencia la humedad y el aire viciado de los solares bajos y encharcados ocasionan quebrantos de salud, enfermedades graves y defunciones. HC 132.2
En la construcción de casas es de gran importancia asegurar completa ventilación y mucho sol. Haya circulación de aire y mucha luz en cada pieza de la casa. Los dormitorios deben estar dispuestos de tal modo que el aire circule por ellos día y noche. Ningún cuarto es adecuado para servir como dormitorio a menos que pueda abrirse de par en par cada día para dar acceso al aire y a la luz del sol. En muchos países los dormitorios necesitan calefacción, de modo que puedan quedar calientes y secos en tiempo frío y húmedo. HC 132.3
El cuarto de huéspedes debe recibir tanta atención como las demás piezas dispuestas para el uso constante. Como los demás dormitorios, debe tener aire y sol, y medios de calefacción para secar la humedad de que adolece todo cuarto que no está en uso constante. El que duerme en un cuarto sin sol, o que ocupa una cama que no esté bien seca y aireada, arriesga su salud y acaso su vida.... HC 132.4
Quienes hayan de cuidar ancianos deben recordar que éstos, más que nadie, necesitan cuartos abrigados y cómodos. Con los años, el vigor declina y mengua la fuerza vital con que resistir a las influencias malsanas. De ahí que sea tan necesario proporcionar a las personas de edad mucha luz y mucho aire puro.1El Ministerio de Curación, 208, 209. HC 133.1
Evítense las tierras bajas—Si queremos que nuestras casas sean moradas de salud y de dicha, tenemos que situarlas en lugar alto, fuera del alcance de los miasmas y las neblinas de las tierras bajas, y permitir que entren libremente en ellas los agentes vivificantes del cielo. No haya pesadas cortinas, ni enredaderas que, por muy hermosas que sean, hagan sombra a las ventanas; ábranse éstas y sus persianas, y no se deje que crezcan árboles tan cerca de la casa que quiten la luz del sol. El sol podrá ajar cortinas y alfombras y deslucir los marcos de los cuadros; pero en cambio hermoseará con los colores de la salud las mejillas de los niños.2El Ministerio de Curación, 209. HC 133.2
El patio en derredor de la casa—Un patio hermoseado con árboles dispersos y algunos arbustos, plantados a la debida distancia de la casa, ejerce una influencia feliz sobre la familia y, si se lo cuida, no causará perjuicio a la salud. Pero los árboles de sombra y las matas de arbustos densas en derredor de la casa la hacen malsana, porque impiden la libre circulación del aire y el acceso a los rayos del sol. En consecuencia, se nota humedad en la casa, especialmente durante las estaciones lluviosas.3Christian Temperance and Bible Hygiene, 107. HC 133.3
Efecto de las bellezas naturales—A Dios le agrada lo bello. Revistió de hermosura la tierra y los cielos, y con gozo paternal se complace en ver a sus hijos deleitarse en las cosas que hizo. Quiere que rodeemos nuestro hogar con la belleza de las cosas naturales. HC 133.4
Casi todos los que viven en el campo, por muy pobres que sean, pueden tener alrededor de sus casas algo de césped, algunos árboles que den sombra, algunos arbustos lozanos y flores olorosas. Esto contribuirá a la felicidad del hogar mucho más que cualquier adorno artificial. Introducirá en la vida del hogar una influencia suavizadora y purificadora, que fortalecerá el amor a la naturaleza y atraerá a los miembros de la familia más cerca unos de otros y más cerca de Dios.4El Ministerio de Curación, 285, 286. HC 134.1
Sean los muebles sencillos—Nuestros hábitos artificiales nos privan de muchas bendiciones y de muchos goces, y nos inhabilitan para llevar la vida más útil. Los muebles complicados y costosos son un despilfarro no sólo de dinero, sino de algo mil veces más precioso. Imponen una carga de cuidados, labores y perplejidades.... HC 134.2
Amueblad vuestra casa sencillamente, con cosas que resistan al uso, que puedan limpiarse sin mucho trabajo y renovarse sin gran costo. Ejercitando vuestro gusto, podéis hacer atractivo un hogar sencillo si en él reinan el amor y el contentamiento.5El Ministerio de Curación, 284, 285. HC 134.3
La felicidad no se halla en una ostentación vacía. Cuanto más sencillo sea el orden de una familia bien gobernada, tanto más feliz será ese hogar.6The Signs of the Times, 23 de agosto de 1877. HC 134.4
Evítese el espíritu de rivalidad—La vida chasquea y cansa a muchas personas por la labor innecesaria con que se cargan para satisfacer las exigencias de la costumbre. Su ánimo está constantemente acosado por el anhelo de suplir necesidades hijas del orgullo y de la moda.... HC 134.5
Los gastos, el cuidado y la labor prodigados en aquello que, si bien no es positivamente perjudicial, resulta innecesario, contribuirían mucho a hacer progresar la obra de Dios si se dedicasen a un objeto más digno. La gente codicia los llamados lujos de la vida, y para obtenerlos sacrifica la salud, la fuerza y los recursos. Entre personas de una misma categoría social se manifiesta un lamentable espíritu de rivalidad en cuanto a quién hará gala de mayor ostentación en los vestidos y los gastos para la casa. El sentido de la dulce palabra “hogar” se ha pervertido al punto que ella se define así: “Un lugar con cuatro paredes, lleno de muebles elegantes y adornos,” cuyos habitantes se esfuerzan de continuo para cumplir con lo que requiere la costumbre en los diferentes aspectos de la vida.7Ibid. HC 134.6
Muchos son desdichados en su vida del hogar porque están esforzándose en extremo para mantener las apariencias. Gastan grandes sumas de dinero y trabajan sin descanso para obtener cosas que ostentar y la alabanza de sus asociados, quienes en realidad no se preocupan para nada de ellos ni de su prosperidad. Un artículo tras otro es considerado indispensable para el complemento de la casa hasta que se acumulan muchas adiciones costosas que, si bien agradan al ojo y complacen el orgullo y la ambición, no aumentan en lo mínimo la comodidad de la familia. Sin embargo, son cosas que consumieron fuerzas, paciencia y tiempo valioso que debieran haberse dedicado al servicio del Señor. HC 135.1
A la preciosa gracia de Dios se le concede el segundo lugar en relación con cosas que no tienen verdadera importancia; y muchos pierden la capacidad de ser felices mientras acumulan cosas de las cuales piensan disfrutar. Encuentran que sus posesiones no les proporcionan la felicidad que habían esperado obtener de ellas. Esta rutina sin fin de trabajos, este incesante anhelo de embellecer la casa para que las visitas y los extraños la admiren, no compensan jamás por el tiempo y los recursos así gastados. Equivalen a colocarse sobre la cerviz un gravoso yugo de servidumbre.8The Signs of the Times, 2 de octubre de 1884. HC 135.2
Dos visitas en contraste—En algunas familias hay demasiado que hacer. El aseo y el orden son esenciales para la comodidad, pero estas virtudes no deben llevarse al extremo de transformar la vida en un ciclo de incesante trabajo penoso ni hacer desdichados a los habitantes de la casa. En las viviendas de algunos a quienes estimamos mucho, existe una rígida precisión en el arreglo de los muebles y pertenencias que resulta tan desagradable como lo sería la falta de orden. La aflictiva dignidad que pesa sobre toda la casa impide que se encuentre allí el reposo que uno espera en un verdadero hogar. HC 135.3
Cuando se hace una breve visita a amigos queridos no es agradable ver la escoba y el trapo de sacar el polvo en constante requisición ni comprobar que el tiempo que uno esperaba pasar placenteramente con los amigos es dedicado por ellos a hacer una limpieza general o a mirar en los rincones en busca de una telaraña o una oculta partícula de polvo. Aun cuando esto sea hecho por respeto a nuestra presencia en la casa, sentimos la dolorosa convicción de que nuestra compañía tiene para nuestros amigos menos importancia que sus ideas exageradas relativas a la limpieza. HC 136.1
En contraste directo con hogares tales se destaca una casa que visitamos durante el verano pasado [1876]. Las pocas horas que pasamos allí no se dedicaron a una labor inútil ni a hacer lo que podría haberse hecho en algún otro momento, sino que se emplearon en algo placentero y provechoso, que proporcionaba descanso tanto a la mente como al cuerpo. La casa era un modelo de comodidad, aunque no había muebles carísimos. Las habitaciones tenían buena luz y ventilación, ... lo cual tiene más valor real que los adornos más costosos. Las salas no estaban amuebladas con aquella precisión que tanto cansa los ojos, pero había una agradable variedad de muebles. HC 136.2
La mayoría de las sillas eran mecedoras o butacas, no todas del mismo modelo, sino adaptadas a la comodidad de los diferentes miembros de la familia. Había mecedoras bajas con almohadones, y había sillas altas de respaldo recto; anchos canapés y otros menores pero cómodos. Había además alguno que otro sofá también cómodo, pues cada uno de esos muebles parecía decir: Pruébeme, descanse en mí. Había mesas con libros y revistas. Todo resultaba aseado y atractivo, pero sin ese arreglo preciso que parece advertir a todos los espectadores que no toquen cosa alguna, no sea que la desplacen de su lugar. HC 136.3
Los propietarios de esa casa placentera tenían medios para amueblar y embellecer su residencia en forma costosa, pero por prudencia habían preferido la comodidad a la ostentación. No había en la casa nada que se considerase demasiado bueno para el uso general, y las cortinas y persianas no se mantenían cerradas para evitar que se ajasen las alfombras y los muebles. Allí tenían libre acceso la luz solar y el aire provenientes de Dios, así como la fragancia de las flores del jardín. Por supuesto la familia vivía a tono con su casa; sus miembros eran alegres e interesantes; hacían todo lo necesario para que estuviéramos cómodos, sin apremiarnos con tanta atención que nos infundiesen el temor de estar causando demasiada molestia. Aquello nos parecía un lugar de descanso. Era un hogar en el sentido más pleno del vocablo.9The Signs of the Times, 23 de agosto de 1877. HC 137.1
Un principio aplicable a los adornos—La rígida precisión que hemos mencionado como rasgo desagradable de tantos hogares no concuerda con el gran plan de la naturaleza. Dios no hizo crecer las flores del campo en cuadros regulares, con bordes meticulosos, sino que las dispersó como gemas en la verde pradera, y hermosean la tierra con su variedad de formas y colores. Los árboles del bosque no están en orden regular. Resulta descansado para el ojo recorrer las escenas de la naturaleza por selvas, colinas y valles, llanuras y ríos, y disfrutar de la infinita diversidad de formas y colores, así como de la belleza con que árboles, arbustos y flores, agrupados en el jardín de la naturaleza, constituyen un cuadro deleitoso. En él hallan satisfacción y placer tanto los niños como los jóvenes y los ancianos. HC 137.2
En cierta medida esta ley de la variedad puede cumplirse en el hogar. Debe haber en la casa una armonía apropiada de colores y conveniencia general en los muebles; pero el buen gusto no exige que cada mueble pertenezca al mismo estilo por su diseño, material o tapizado; sino que por lo contrario agrada más al ojo el que haya una variedad armoniosa. HC 138.1
Pero sea la casa humilde o elegante, sean sus accesorios costosos o baratos, no habrá felicidad entre sus paredes a menos que el espíritu de los habitantes armonice con la voluntad divina. El contentamiento debe reinar en la familia.10Ibid. HC 138.2
La parte mejor de la casa, las piezas más asoleadas y atrayentes, deben ser usadas diariamente por los que viven realmente en la casa. Esto hará que el hogar resulte atractivo para sus miembros y también para los amigos que nos aprecian y benefician, como nosotros los beneficiamos a ellos.11The Signs of the Times, 2 de octubre de 1884. HC 138.3
La comodidad y el bienestar de los niños—No se necesitan muebles ni accesorios costosos para dejar a los niños contentos y felices en sus hogares, pero es necesario que los padres les concedan amor tierno y cuidadosa atención.12Ibid. HC 138.4
Cuatro paredes y muebles costosos, alfombras afelpadas, espejos elegantes y hermosos cuadros no son cosas que constituyan un “hogar” si faltan la simpatía y el amor. Aquella palabra sagrada no incumbe a la resplandeciente mansión donde se desconocen los goces de la vida doméstica.... HC 138.5
En realidad, la comodidad y el bienestar de los niños vienen a ser lo último en que se piensa en una casa tal. Los descuida la madre, que dedica todo su tiempo a la apariencia y a satisfacer las exigencias de una sociedad elegante. El intelecto de los niños no recibe preparación y ellos adquieren malos hábitos; se vuelven inquietos y descontentos. No hallando placer en su casa, sino tan sólo restricciones incómodas, se separan del círculo familiar en cuanto les resulte posible. Con poca vacilación se arrojan al vasto mundo, sin que los refrene la influencia del hogar ni los tiernos consejos que de él debieran provenir.13Ibid. HC 138.6
No les digáis como he oído a muchas madres decir: “No hay lugar para ti aquí en la sala. No te sientes en este sofá tapizado de damasco. No queremos que te sientes en ese canapé.” Y cuando van a otra pieza se les advierte: “No queremos oírte hacer ruido aquí.” Si van a la cocina, la cocinera les dice: “No puedo aguantar que me molestes aquí. Vete afuera con tu ruido; me estorbas.” ¿Adónde van para educarse? A la calle.14Manuscrito 43, 1894. HC 139.1
La bondad y el amor valen más que el lujo—Llevamos demasiadas congojas y cargas a nuestras familias, y en ellas no se aprecian lo suficiente la sencillez, la paz y la dicha. Deberíamos interesarnos menos en lo que dirá el mundo exterior y prestar más atención reflexiva a quienes forman el círculo de nuestro hogar. Entre los miembros de la familia debiera haber menos ostentación y urbanidad mundana, y mucho más amor, ternura, alegría y cortesía cristiana. Muchos necesitan aprender cómo se hace del hogar un lugar atractivo y placentero. Los corazones agradecidos y las miradas bondadosas valen más que las riquezas y el lujo; y si hay amor, el saber contentarse con cosas sencillas comunicará felicidad al hogar. HC 139.2
Jesús, nuestro Redentor, anduvo en esta tierra con la dignidad de un rey; y sin embargo era manso y humilde de corazón. Era luz y bendición en todo hogar porque llevaba consigo alegría, esperanza y valor. ¡Ojalá que estuviésemos satisfechos y que hubiese menos anhelos en nuestro corazón, menos ansia de cosas difíciles de obtener para hermosear nuestras casas mientras que no apreciamos lo que Dios estima más que las joyas, a saber un espíritu manso y sereno! La gracia de la sencillez, la mansedumbre y el afecto verdadero transformarían en paraíso la morada más humilde. Es mejor soportar con buen ánimo todo inconveniente que perder la paz y el contentamiento.15Testimonies for the Church 4:621, 622. HC 139.3