Siempre que la madre pueda dar una palabra de alabanza por la buena conducta de sus hijos, debería hacerlo. Tiene que animarlos con palabras de aprobación y miradas de amor. Estas serán como la luz del sol para el corazón del niño y conducirán al cultivo del respeto propio y a la dignidad del carácter.—Testimonies for the Church 3:352 (1889). 1MCP 154.1