En algunas familias los deseos del niño son ley. Se le da todo lo que desea. Si algo no le gusta, se lo anima a que no le guste. Se cree que la complacencia hará feliz al niño, pero solo lo vuelve inquieto y descontento. La complacencia ha arruinado su apetito por la comida sencilla y saludable y por el uso sencillo de su tiempo; la complacencia propia ha hecho su obra de trastornar su carácter para el tiempo y la eternidad.—The Review and Herald, 10 de mayo de 1898. 1MCP 177.2