[Cristo] vio el poder—el poder engañoso—de Satanás sobre las mentes humanas, y se comprometió a venir a esta tierra. Pone a un lado su manto real, se quita la corona real, abandona su alto mando, desciende del trono de gloria como Comandante supremo de todo el cielo, y viste su divinidad con humanidad, para que la humanidad pueda alcanzar a la humanidad. Para eso vino a esta tierra. Vino directamente a nuestro mundo para tomar sobre sí la naturaleza del hombre, para pasar por todas las pruebas, todas las aflicciones y tentaciones que asaltan al hombre, y aquí luchó con esas tentaciones, pasando por el terreno donde Adán cayó, para poder redimir el fracaso y la caída de Adán. 1MCP 192.3
Con la naturaleza humana, como nuestro sustituto y garantía, se aferró de la misma esperanza que tenemos el privilegio de asir, y eso es poder infinito. Mediante él, nuestro Salvador venció las tentaciones del enemigo y obtuvo la victoria. ¿Para quiénes? Para nosotros. ¿Para qué? Para que ninguno de los miembros de la familia humana necesite tropezar en el camino que conduce a la vida eterna. Por cuanto él lo recorrió antes de nosotros, conoce todo obstáculo, conoce cada dificultad que todo ser humano debe enfrentar. Conoce esto, y por consiguiente, cuando en ocasión de su bautismo ofreció su pedido al cielo, esa oración se abrió paso directamente a través de la sombra infernal que Satanás ha arrojado sobre el sendero de ustedes, sobre mi sendero, y la fe penetró “hasta dentro del velo”. Hebreos 6:19.—Manuscrito 18, 1895. 1MCP 192.4