El conocimiento divino puede llegar a ser conocimiento humano. Cada ministro debe estudiar cuidadosamente la forma en que Cristo enseñaba. Necesita comprender sus lecciones. No hay uno en veinte que conozca la belleza y la real esencia del ministerio de Cristo. Han de descubrirlo. Entonces llegarán a ser participantes del rico fruto de sus enseñanzas. Las entretejerán tan plenamente en su propia vida y práctica que las ideas y los principios que Cristo presentó en sus lecciones aparecerán en su enseñanza. La verdad florecerá y llevará los frutos más nobles. Y el propio corazón del obrero se encenderá; sí, arderá con la vivificante vida espiritual que infunden en las mentes de otros.—Manuscrito 104, 1898. 1MCP 193.2