El saberse propietarios de sus propias casas les inspiraría un fuerte deseo de mejoría. No tardarían en adquirir capacidad para hacer planes por su cuenta; inculcarían a sus hijos hábitos de laboriosidad y economía y sus intelectos serían fortalecidos. Se sentirían hombres, no esclavos, y podrían recuperar el respeto propio y la independencia moral.—El hogar adventista, 338 (1894). 1MCP 260.3