Hay personas de imaginación enfermiza para quienes la religión es un tirano, que las gobierna con vara de hierro. Estos lamentan constantemente su propia depravación, y gimen por males supuestos. No existe amor en su corazón; su rostro es siempre ceñudo. Las deja heladas la risa inocente de la juventud o de cualquiera. Consideran como pecado toda recreación o diversión, y creen que la mente debe estar constantemente dominada por pensamientos austeros. Este es un extremo. 1MCP 61.1
Otros creen que la mente tiene que dedicarse constantemente a inventar nuevas diversiones a fin de tener salud. Aprenden a depender de la emoción, y se sienten intranquilos sin ella. Estos no son verdaderos cristianos. Van a otro extremo. 1MCP 61.2
Los verdaderos principios del cristianismo abren ante nosotros una fuente de felicidad, cuya altura, profundidad, longitud y anchura son inconmensurables. Cristo es en nosotros una fuente de agua que brota para vida eterna. Es un manantial inagotable del cual el cristiano puede beber a voluntad, sin apurarlo nunca.—Joyas de los Testimonios 1:178 (1867). 1MCP 61.3