Los padres [...] por su complacencia han fortalecido sus pasiones animales. Y al fortalecerse estas, las facultades morales e intelectuales se debilitaron. Lo espiritual ha sido vencido por lo carnal. Los niños nacen con las propensiones animales mayormente desarrolladas, han recibido el sello del propio carácter de sus padres [...]. La fuerza cerebral se ha debilitado, y la memoria llega a ser deficiente [...]. Los pecados de los padres recaerán sobre sus hijos porque los padres les han dado el sello de sus propias propensiones lujuriosas.—Testimonies for the Church 2:391 (1870). 1MCP 145.4