La intemperancia comienza en nuestras mesas con el consumo de alimentos malsanos. Después de un tiempo, por la complacencia continua del apetito, los órganos digestivos se debilitan y el alimento ingerido no satisface. Se establecen condiciones malsanas y se anhela ingerir alimentos más estimulantes. El té, el café y la carne producen un efecto inmediato. Bajo la influencia de estos venenos, el sistema nervioso se descontrola y, en algunos casos, el intelecto parece vigorizado momentáneamente y la imaginación resulta más impresionante.—Joyas de los Testimonios 1:417, 418 (1875). 2MCP 231.2