La capacidad de pensar es un don que Dios nos ha confiado. Hay que cultivar las facultades de la mente. Hay que usarlas con tanta sabiduría que aumenten en fortaleza. Hemos de usar los talentos que se nos han confiado de manera que hagan el mayor bien posible. Hay que educar la mente de tal manera que aparezcan las mejores energías del alma y se desarrolle cada facultad. No debemos conformarnos con una norma inferior. Tenemos que avanzar de una línea de progreso en la obra hacia otra.—Carta 106, 1901. 2MCP 307.1