Quien desee participar de la naturaleza divina debe huir de la corrupción que hay en el mundo por causa de la concupiscencia. Debe haber una lucha del alma, constante y fervorosa, contra las malas fantasías de la mente. Debe haber una permanente resistencia a pecar ya sea en pensamiento o en acción. El alma debe mantenerse libre de toda mancha por la fe en el que es capaz de guardarnos de toda caída.—The Review and Herald, 12 de junio de 1888; El Hogar Cristiano, 113. 2MCP 372.1
Debemos meditar en las Escrituras, pensando seria y sinceramente en las cosas que atañen a nuestra salvación eterna. La infinita misericordia, el amor de Jesús y el sacrificio hecho por nosotros, exigen una seria y solemne reflexión. Debemos espaciarnos en el carácter de nuestro querido Redentor e Intercesor. Debemos procurar comprender el significado del plan de salvación y meditar en la misión de Aquel que vino para salvar a su pueblo de sus pecados. 2MCP 372.2
Nuestra fe y amor se fortalecerán mediante la contemplación de los temas celestiales. Nuestras oraciones serán más aceptables a Dios porque estarán más mezcladas con fe y amor. Serán más inteligentes y fervorosas. Habrá una confianza más constante en Jesús, y tendremos una experiencia diaria y viva de la voluntad y el poder de Cristo para salvar a todos los que acuden a Dios por medio de él.—MeM 115 (1888). 2MCP 372.3