En Cristo, el clamor de la humanidad llegaba al Padre de compasión infinita. Como hombre, suplicaba ante el trono de Dios, hasta que su humanidad se cargaba de una corriente celestial que conectaba a la humanidad con la divinidad. Por medio de la comunión continua, recibía vida de Dios a fin de impartirla al mundo. Su experiencia ha de ser la nuestra.—El Deseado de Todas las Gentes, 330 (1898) 2MCP 401.4