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Nuestro confidente es Jesús 2MCP 416

Son pocos los que aprecian o aprovechan debidamente el precioso privilegio de la oración. Tenemos que acudir a Jesús y explicarle todas nuestras necesidades. Podemos presentarle nuestras pequeñas penas y perplejidades, como también nuestras dificultades mayores. Debemos llevar al Señor en oración cualquier cosa que se suscite para perturbarnos o angustiarnos. Cuando sintamos que necesitamos la presencia de Cristo a cada paso, Satanás tendrá poca oportunidad de introducir sus tentaciones. Su gran obra es apartarnos de nuestro mejor Amigo, el que más se solidariza con nosotros. Nadie, fuera de Jesús, debe ser nuestro confidente. Podemos comunicarle con seguridad todo lo que está en nuestro corazón.—Joyas de los Testimonios 2:60 (1882). 2MCP 416.1