El intelecto, ennoblecido, purificado, dirigido por el cielo, es el poder universal que edifica el reino de Dios. El intelecto pervertido tiene exactamente la influencia opuesta; es una corrupción de ese poder humano que se nos confió para multiplicarlo mediante labor fervorosa en favor del bien. Engaña y destruye. 2MCP 425.3
Dios ha proporcionado suficientes dones para que los hombres sean capaces y sabios a fin de mostrar las maravillosas obras del Señor a todos los que lo aman y guardan sus mandamientos, y para que lo representen con gracia. Él quisiera que los hombres guardaran sus mandatos, porque es para la salud y la vida de todos los seres humanos. 2MCP 425.4
Los talentos que se nos han confiado son una sagrada responsabilidad. Nadie debe codiciar los de otros. Por medio de ferviente oración y súplica por sabiduría de lo alto—que le asegurará la correcta recepción de todas las capacidades dadas por Dios—cada uno debe honrar y glorificar al Señor mediante los talentos que le ha concedido. Recibir la sagrada luz que Dios ha dado, creer en ella, e impartirla a los que están en las tinieblas del error, es algo maravilloso. Si esto se hace en forma abnegada y desinteresada para ayudar y bendecir a las almas que perecen, se le aseguran al fiel obrero tesoros celestiales que lo hacen más que millonario en el cielo. Es heredero de Dios y coheredero de Jesucristo para un excelente y eterno peso de gloria.—Manuscrito 63, 1900. 2MCP 425.5