El poder omnipotente del Espíritu Santo es la defensa de toda alma contrita. Cristo no permitirá que pase bajo el dominio del enemigo quien haya pedido su protección con fe y arrepentimiento. El Salvador está junto a los suyos que son tentados y probados. Con él no puede haber fracaso, perdida, imposibilidad o derrota; podemos hacer todas las cosas mediante Aquel que nos fortalece.—El Deseado de Todas las Gentes, 455 (1898). 2MCP 427.4