Es un asunto muy delicado tratar con las mentes humanas. Usted puede ponerse de pie enhiestamente, sin lograr jamás que sus corazones [de otras personas] se suavicen; o puede acercarse al alma afligida, y con el corazón lleno de amor sacarla del campo de batalla del enemigo. No hay que conducirla allí y dejarla abandonada para que sea objeto de las tentaciones de Satanás.—Carta 102, 1897. 2MCP 80.5