Entonces el rey engrandeció a Daniel, y le dio muchos honores y grandes dones, y le hizo gobernador de toda la provincia de Babilonia, y jefe supremo de todos los sabios de Babilonia. Daniel 2:48. RP 271.1
Confesar a Cristo significa más que dar un testimonio en una reunión. Daniel es un ejemplo a los creyentes de lo que significa confesar al Señor. Ocupaba un cargo de responsabilidad como primer ministro del reino de Babilonia, y había entre los grandes de la corte quienes lo envidiaban y buscaban encontrar algo contra él para acusarlo ante el rey. Pero él era un fiel estadista, y no podían hallar ninguna falla en su carácter o en su vida. RP 271.2
“Entonces dijeron aquellos hombres: No hallaremos contra este Daniel ocasión alguna para acusarle, si no la hallamos contra él en relación con la ley de su Dios”. Daniel 6:5. Así que convinieron en pedir al rey que decretara que ninguno debía pedir nada a ningún dios u hombre durante treinta días, salvo al rey; y que si alguno desobedeciera este decreto, debía ser echado al foso de los leones. RP 271.3
Pero, ¿cesó Daniel de orar por causa de este decreto? No, ese era precisamente el momento en que más debía orar. “Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes”. Daniel 6:10. Daniel no procuró esconder su lealtad a Dios. No oró en su corazón, sino que con su voz y en un tono alto, con sus ventanas abiertas hacia Jerusalén, ofreció sus peticiones al Señor. RP 271.4
Tenemos la seguridad de que si nuestra vida está escondida con Cristo en Dios, cuando seamos probados por causa de nuestra fe, Jesús estará con nosotros. Si somos llevados ante gobernantes y dignatarios para responder por nuestra fe, el Espíritu del Señor iluminará nuestra mente y podremos ser capaces de dar testimonio para gloria de Dios. Y si tenemos que sufrir por causa de Cristo, podremos ir a la prisión confiando en él como un niñito confía en sus padres. Ahora es el momento de cultivar fe en Dios.—The Review and Herald, 3 de mayo de 1892. RP 271.5