Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad; y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía. Isaías 58:9, 10. RP 313.1
Consideren bien este asunto todos los que pretenden guardar los mandamientos de Dios, y vean si no hay razones para no tener más de la efusión del Espíritu Santo. ¡Cuántos han elevado sus corazones a la vanidad! Creen que son exaltados por el favor de Dios, pero descuidan a los necesitados, hacen oídos sordos a los llamados de los oprimidos, y hablan palabras cortantes y ásperas a quienes necesitan un tratamiento totalmente diferente. De este modo ofenden a Dios con la dureza de su corazón. Estos afligidos tienen derecho a la simpatía y el interés de sus semejantes. Tienen derecho a esperar ayuda, consuelo y amor semejante al de Cristo. Pero no es esto lo que reciben. RP 313.2
Cada descuido de estos sufrientes de Dios está escrito en los libros del cielo como si fueran hechos a Cristo mismo. Cada miembro de la iglesia debe examinar cuidadosamente su corazón, e investigar su curso de acción para ver si éste está en armonía con el Espíritu y la obra de Jesús; pues si no fuera así, ¿qué podrá decir cuando se encuentre ante el Juez de toda la tierra? ¿Podrá el Señor decir de él: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” Mateo 25:34? RP 313.3
Cristo ha identificado su interés con el de la sufriente humanidad; y mientras él es descuidado en la persona de sus afligidos, todas nuestras asambleas, todas nuestras reuniones, y toda la maquinaria puesta en marcha para hacer adelantar la causa de Dios, será de poco beneficio. “Esto era necesario hacer, sin dejar aquello” Lucas 11:42. “Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto”. Daniel 5:27. RP 313.4
Todos los que serán santos en el cielo, primero lo serán sobre la tierra. No seguirán las chispas de su propio fuego, no trabajarán por la alabanza, ni hablarán palabras de vanidad, ni levantarán el dedo de condenación y opresión; sino seguirán la Luz de vida, y la difundirán, consolarán, darán esperanza y ánimo precisamente a los que tengan necesidad, y no censurarán ni reprenderán.—The Review and Herald, 4 de agosto de 1891. RP 313.5