Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Romanos 8:37. RP 356.1
Delante de ustedes está la obra de usar el resto de sus vidas para reformar y elevar el carácter. Una vida nueva comienza con la renovación de la persona. Cristo es el Salvador que habita en el interior del creyente. Lo que consideren como algo a lo que es difícil renunciar deben rendirlo a Dios. La palabra ultrajante y dictatorial debería suprimirse; entonces se obtendría una preciosa victoria. RP 356.2
La verdadera felicidad será el resultado de cada negación propia, cada crucifixión del yo. Ganada una victoria, la siguiente se obtendrá más fácilmente. Si Moisés hubiera descuidado las oportunidades y los privilegios otorgados por Dios, habría sido un hombre chasqueado y miserable como resultado de no aprovechar la luz del cielo. El pecado es de la naturaleza inferior. Cuando se lo gratifica, Satanás se entroniza en el corazón para encender el fuego del infierno. Dios no ha dado su ley para impedir la salvación de las personas, sino para que todos sean salvos. El hombre tiene luz y oportunidades y, si las aprovecha, puede vencer. Por nuestra vida podemos mostrar que el poder de la gracia de Dios da la victoria. RP 356.3
Satanás está tratando de establecer su trono en el templo del ser humano. Cuando él reina, se hace escuchar y sentir mediante pasiones airadas y palabras amargas que duelen y hieren. Pero así como la luz no tiene comunión con las tinieblas, ni Cristo con Belial, el hombre no puede ser de los dos a la vez. Es totalmente de uno o del otro. El ceder a la indulgencia propia, la avaricia, el engaño, el fraude u otros pecados de cualquier índole, estimula los principios de Satanás en la mente y cierra la puerta del cielo para sí mismo. Por causa del pecado Satanás fue expulsado del cielo. Ningún hombre que acaricia y fomenta el mal podrá ir al cielo, porque entonces Satanás habría conquistado una posición allí. RP 356.4
Cuando el hombre se ocupe sinceramente en vencer los defectos de su carácter, día tras día, estará abrigando a Cristo en el templo de su ser. Entonces la luz de Jesús estará en él, y bajo los brillantes rayos de la luz del rostro del Salvador, su vida entera se elevará y ennoblecerá.—Testimonies for the Church 4:345, 346. RP 356.5