No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. Juan 15:16. RP 71.1
Para producir muchos frutos, hay que aprovechar al máximo todo privilegio y oportunidad para desarrollar una mente cada vez más espiritual. El que desea recibir diariamente la ayuda divina debe deponer toda vulgaridad, orgullo y mundanalidad. El que quiera crecer espiritualmente, con el poder del Espíritu Santo debe utilizar todos los recursos que el evangelio le proporciona para ganar en piedad e influencia. Es por medio de las invisibles agencias sobrenaturales como se produce el proceso de desarrollo desde la semilla hasta que el grano madura. RP 71.2
Antes de la traición y la crucifixión, Jesús consoló a sus discípulos con la promesa del Espíritu Santo; y en la doctrina acerca de este agente de influencia divina, qué riquezas les fueron reveladas, porque esta bendición traería en su estela todas las otras bendiciones. El Espíritu Santo imparte su aliento a los que humildemente confían en Cristo como el autor y el consumador de la fe, para que los frutos que produzcan sean para vida eterna. Habrá fragancia en su influencia, y el nombre de Jesús será música en los oídos, y melodía en su corazón. RP 71.3
Aunque no sean capaces de explicar el misterio de esta experiencia, los creyentes tendrán para otros sabor de vida que vivifica. Si las nubes los circundan saben que, al clamar al Señor, las tinieblas serán disipadas, y volverán el sosiego y el gozo al templo de su ser. Conocen lo que es tener la revelación del amor perdonador de Dios, una experiencia de paz que está más allá de toda comprensión, que inspira a alabar y, en agradecida adoración, a elevar todo el ser al que los amó y con su sangre los lavó del pecado. Tienen paz mediante Cristo Jesús y gozo en el Santo Espíritu. Al estar en Cristo permanecen abrazados al seno del amor infinito, que los llena de sumisión a su voluntad y les permite atesorar el cielo en sus corazones. Cristianos con estas virtudes producirán muchos frutos para la gloria de Dios e interpretarán correctamente el carácter divino, cuyos atributos serán manifestados al mundo.—The Signs of the Times, 3 de abril de 1893. RP 71.4