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Desconfíe de su propia imaginación, 21 de abril RP 122

Ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder. 1 Corintios 2:4. RP 122.1

Debido a que algunos escuchan asuntos presentados con un espíritu que no corresponde, he visto los peligros a los que la iglesia ha hecho frente en cada nueva etapa. Mientras hay maestros de la Biblia que son fuertes y eficientes en la presentación de las doctrinas, no todos tienen conocimiento de los aspectos prácticos de la vida, ni pueden, con certeza y seguridad, dar advertencias a mentes perplejas. Tampoco disciernen las situaciones complejas que seguramente sobrevendrán a cada familia que necesita hacer cambios. Por eso, al no conocer el pensamiento de Dios, seamos muy cuidadosos con lo que ellos dicen, y no les permitamos hablar de lo que suponen o piensan. Déjenlos, porque desconocen estos temas, e insten a la gente a confiar solamente en Dios. Debe haber mucha oración, e incluso ayuno, para que nadie siga envuelto en las tinieblas. Por el contrario, avancemos en la luz así como Dios está en la luz. RP 122.2

Observemos dentro y fuera de nuestras filas. En todas partes hay mentes que no tienen la disciplina de la gracia de Dios, que no han practicado las palabras de Cristo y que no entienden la obra del Espíritu Santo. Estos andarán por un camino equivocado porque no siguen a Jesús plenamente; al contrario, responderán a los impulsos de su imaginación. RP 122.3

No permitan actuar desordenadamente. Como resultado de discursos ardientes e impulsivos que agitan un entusiasmo que no responde al orden divino, se producirán sacrificios y pérdida de propiedades. Hay una victoria importante que debe ganarse. Si falta la moderación discreta, una adecuada contemplación y principios y propósitos sanos, se producirá la derrota. Habrá elementos humanos que lucharán por la primacía e intentarán realizar una obra que no tiene la impronta de Dios. Por eso insto a que haya habilidad para manejar este tema, y que toda acción esté orientada por el sabio e invisible Consejero que es Dios.—Pamphlet 84, pp. 17, 18.. RP 122.4