Hace aproximadamente cuarenta años que se introdujo la organización entre nosotros como pueblo. Yo fui una de las personas que tuvieron que ver con su establecimiento desde el comienzo. Conozco las dificultades que hubo que afrontar, los males que ella estaba llamada a corregir, y he vigilado la influencia de la organización con respecto al crecimiento de la causa. En la primera etapa de la obra, Dios nos dio luz especial sobre este punto, y esta luz, junto con las lecciones que la experiencia nos ha enseñado, debe ser motivo de cuidadosa consideración. TM 24.1
Desde el comienzo nuestra obra fue agresiva. Eramos pocos, y nuestros hermanos pertenecían mayormente a la clase más pobre. Nuestras creencias eran casi desconocidas para el mundo. No teníamos casas de culto, sino unas pocas publicaciones, y muy limitadas facilidades para llevar adelante nuestra obra. Las ovejas estaban esparcidas en los caminos y en los vallados, en ciudades, en pueblos y en bosques. Los mandamientos de Dios y la fe de Jesús era nuestro mensaje. TM 24.2
Mi esposo, junto con los pastores José Bates, Esteban Pierce, Hiram Edson, y otros que eran inteligentes, nobles y veraces, estaba entre aquellos que, después que pasó el tiempo en 1844, escudriñaron en procura de la verdad como un tesoro escondido. TM 24.3
Solíamos reunirnos, con el alma cargada, orando que fuéramos hechos uno en fe y doctrina; porque sabíamos que Cristo no está dividido. Un tema a la vez era objeto de investigación. Las Escrituras se abrían con reverente temor. A menudo ayunábamos, a fin de estar mejor preparados para entender la verdad. Después de fervientes plegarias, si algún punto no se entendía, era objeto de discusión, y cada uno expresaba su opinión con libertad; entonces solíamos arrodillarnos de nuevo en oración, y ascendían fervientes súplicas al cielo para que Dios nos ayudara a estar completamente de acuerdo, para que pudiéramos ser uno como Cristo y el Padre son uno. Muchas lágrimas eran derramadas. TM 24.4
Pasamos muchas horas de esta manera. A veces pasábamos la noche entera en solemne investigación de las Escrituras, a fin de poder entender la verdad para nuestro tiempo. En tales ocasiones el Espíritu de Dios solía venir sobre mí, y las porciones difíciles eran aclaradas por el medio señalado por Dios, y entonces había perfecta armonía. Eramos todos de una misma mente y de un mismo espíritu. TM 25.1
Poníamos especial cuidado en que los textos no fueran torcidos para acomodarse a las opiniones de hombre alguno. Tratábamos de hacer que nuestras diferencias fueran tan leves como fuera posible, no espaciándonos en puntos de menor importancia sobre los cuales hubiera opiniones variadas. Pero la preocupación de toda alma era producir entre los hermanos una condición que fuera una respuesta a la oración de Cristo de que sus discípulos fuesen uno como él y el Padre son uno. TM 25.2
A veces uno o dos de los hermanos se empecinaban contra el punto de vista presentado, dando rienda suelta a los sentimientos naturales del corazón; pero cuando aparecía esta disposición, suspendíamos las investigaciones y postergábamos nuestra reunión, para que cada uno pudiera tener la oportunidad de ir a Dios en oración, y, sin conversación con otros, estudiara el punto de diferencia, pidiendo luz del cielo. Con expresiones de amistad nos separábamos, para reunirnos de nuevo tan pronto como fuera posible a fin de proseguir con la investigación. A veces el poder de Dios venía sobre nosotros en una forma señalada, y cuando una luz clara revelaba los puntos de la verdad, juntos llorábamos y nos regocijábamos. Amábamos a Jesús; y nos amábamos los unos a los otros. TM 25.3
Poco a poco fuimos aumentando en número. La semilla sembrada fue regada por Dios, y él dio el crecimiento. Al comienzo nos reuníamos para el culto, y presentábamos la verdad a aquellos que venían a escuchar en casas privadas, en cocinas grandes, en galpones, en bosques y en edificios escolares; pero no pasó mucho tiempo antes de que nos fuera posible edificar humildes casas de culto. TM 26.1
A medida que nuestros miembros fueron aumentando, resultó evidente que sin alguna forma de organización habría gran confusión, y la obra no se realizaría con éxito. La organización era indispensable para proporcionar sostén al ministerio, para dirigir la obra en nuevos territorios, para proteger tanto a las iglesias como a los ministros de los miembros indignos, para retener las propiedades de la iglesia, para la publicación de la verdad por medio de la prensa, y para muchos otros objetos. TM 26.2
Sin embargo, había un fuerte sentimiento entre nuestros hermanos en contra de ella. Los adventistas del primer día [veasé el Apéndice.] eran enemigos de la organización, y la mayor parte de los adventistas del séptimo día tenían las mismas ideas. Buscamos al Señor con ferviente oración para poder entender su voluntad, y nos fue dada luz por su Espíritu en el sentido de que debía haber orden y disciplina cabal en la iglesia: la organización era esencial. El sistema y el orden se manifiestan en todas las obras de Dios a través del universo. El orden es la ley del cielo, y debe ser la ley del pueblo de Dios en la tierra. TM 26.3
Tuvimos una dura lucha para establecer la organización. A pesar de que Dios dio testimonio tras testimonio sobre este punto, la oposición era fuerte, y hubo que hacerle frente una y otra vez. Pero sabíamos que el Señor Dios de Israel estaba conduciéndonos y guiándonos por su providencia. Nos empeñamos en la obra de la organización, y una señalada prosperidad caracterizó este movimiento de avanzada. TM 26.4
A medida que el desarrollo de la obra exigía que nos empeñáramos en nuevas empresas, estábamos preparados para afrontarlas. El Señor dirigió nuestras mentes a la importancia de la obra educacional. Vimos la necesidad de tener escuelas, a fin de que nuestros niños recibieran una instrucción exenta de los errores de la falsa filosofía, para que su educación estuviera en armonía con los principios de la Palabra de Dios. La necesidad de una institución de salud nos había sido presentada con urgencia, tanto para ayudar e instruir a nuestros propios hermanos como para que fuera un medio de bendición e iluminación para otros. Esta empresa también fue realizada. Todo esto era obra misionera del más alto orden. TM 27.1
Nuestra obra no fue sostenida por grandes donaciones o legados, porque tenemos pocos hombres ricos entre nosotros. ¿Cuál es el secreto de nuestra prosperidad? Hemos avanzado bajo las órdenes del Capitán de nuestra salvación. Dios ha bendecido nuestros esfuerzos unidos. La verdad se ha difundido y ha florecido. Las instituciones se han multiplicado. La semilla de mostaza ha crecido hasta ser un árbol grande. El sistema de organización ha demostrado ser un gran éxito. Se adoptó la dadivosidad sistemática [veasé el Apéndice.] de acuerdo con el plan de la Biblia. El cuerpo ha sido “concertado y unido entre sí por todas las coyunturas”. A medida que hemos avanzado, nuestro sistema de organización ha continuado demostrando su eficacia. TM 27.2
Que nadie albergue el pensamiento de que podemos prescindir de la organización. La erección de esta estructura nos ha costado mucho estudio y muchas oraciones en demanda de sabiduría, que sabemos que Dios ha contestado. Ha sido edificada por su dirección, a base de mucho sacrificio y conflicto. Que ninguno de nuestros hermanos esté tan engañado como para intentar derribarla, porque así crearíais una situación en la que ni siquiera soñáis. En el nombre del Señor os declaro que la organización ha de permanecer, fortalecida, establecida, fijada. A la orden de Dios, “Avanzad”, hemos avanzado cuando las dificultades que debían superarse parecían imposibilitar el avance. Sabemos cuánto ha costado poner por obra los planes de Dios en lo pasado, los planes que han hecho de nosotros como pueblo lo que somos. Sea, pues, cada uno de nosotros sumamente cuidadoso para no confundir las mentes con respecto a las cosas que Dios ha ordenado para que tengamos prosperidad y éxito en hacer avanzar su causa. TM 28.1
Los ángeles trabajan en forma armoniosa. Un orden perfecto caracteriza todos sus movimientos. Cuanto más de cerca imitemos la armonía y el orden de la hueste angelical, más éxito tendrán los esfuerzos de estos agentes celestiales en nuestro favor. Si no vemos ninguna necesidad de trabajar en forma armoniosa, y somos desordenados, indisciplinados y desorganizados en nuestra forma de obrar, los ángeles, que están cabalmente organizados, y se mueven en perfecto orden, no pueden trabajar por nosotros con éxito. Se apartan apesadumbrados, porque no están autorizados a bendecir la confusión, la distracción y la desorganización. Todos los que deseen la cooperación de los mensajeros celestiales deben trabajar al unísono con ellos. Los que tienen la unción de lo alto estimularán el orden, la disciplina y la unidad de acción en todo lo que emprendan, y entonces los ángeles de Dios podrán cooperar con ellos. Pero nunca, nunca estos mensajeros celestiales respaldarán la irregularidad, la desorganización y el desorden. Todos estos males son resultado de los esfuerzos de Satanás para debilitar nuestras fuerzas, para destruir nuestro valor, impedir el éxito en la acción. TM 28.2
Satanás bien sabe que el éxito puede acompañar únicamente al orden y la acción armoniosa. Bien sabe que todo lo que está relacionado con el cielo está en perfecto orden, que la sujeción y la disciplina perfecta señalan los movimientos de la hueste angelical. Es su firme propósito apartar a los profesos cristianos tanto como sea posible del orden del cielo; por lo tanto engaña aun a los que profesan ser hijos de Dios y les hace creer que el orden y la disciplina son enemigos de la espiritualidad, que la única seguridad para ellos consiste en permitir que cada uno siga su propia conducta, y en permanecer especialmente distintos de los cuerpos de cristianos que están unidos y trabajan para establecer la disciplina y la armonía de acción. Todos los esfuerzos hechos para establecer el orden son considerados peligrosos, una restricción de la libertad que es lícito gozar, y por lo tanto se los teme como papismo. Estas almas tan celosas consideran que es una virtud jactarse de su libertad para pensar y actuar en forma independiente. No aceptan indicaciones de nadie. No se consideran responsables ante ningún hombre. Se me mostró que es la obra especial de Satanás inducir a los hombres a sentir que Dios les ha ordenado hacer las cosas por su cuenta y escoger su propia forma de obrar independiente de sus hermanos. TM 29.1
Dios está sacando a un pueblo del mundo para colocarlo sobre la exaltada plataforma de la verdad eterna, los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. El quiere disciplinar y preparar a sus hijos. No estarán en desacuerdo, creyendo uno una cosa, y teniendo otro una fe y opiniones totalmente opuestas, moviéndose cada uno independientemente del cuerpo. Por la diversidad de los dones y ministerios que él ha puesto en la iglesia, todos pueden llegar a la unidad de la fe. Si un hombre adopta sus puntos de vista referentes a la Biblia sin considerar la opinión de sus hermanos, y justifica su conducta alegando que tiene derecho de profesar sus propias opiniones peculiares, y luego las impone a otros, ¿cómo podrá cumplirse la oración de Cristo? Y si otro y aún otro se levanta, y cada uno reclama el derecho a creer y hablar lo que le place sin referencia a la fe del cuerpo, ¿dónde estará la armonía que existió entre Cristo y su Padre, y que Cristo pidió en oración existiera entre sus hermanos? TM 29.2
Aunque tenemos una obra individual y una responsabilidad individual delante de Dios, no hemos de seguir nuestro propio juicio independiente, sin considerar las opiniones y los sentimientos de nuestros hermanos; este proceder conducirá al desorden en la iglesia. Es deber de los ministros respetar el juicio de sus hermanos; pero sus relaciones mutuas, así como las doctrinas que enseñan, deben ser examinadas a la luz de la ley y el testimonio; entonces, si los corazones son dóciles para recibir enseñanza, no habrá divisiones entre nosotros. Algunos están inclinados a ser desordenados, y están apartándose de los grandes hitos de la fe; pero Dios está induciendo a sus ministros a ser uno en doctrina y en espíritu. TM 30.1
Es necesario que nuestra unidad hoy sea de un carácter tal que soporte el fuego de la prueba... Tenemos muchas lecciones que aprender, y muchísimas que desaprender. Sólo Dios y el cielo son infalibles. Serán chasqueados quienes creen que nunca habrán de abandonar una opinión acariciada, que nunca se les presentará la ocasión de cambiar su punto de vista. Mientras sigamos aferrados a nuestras propias ideas y opiniones con empecinada porfía, no podremos tener la unidad por la cual Cristo oró. TM 30.2
Cuando un hermano recibe nueva luz sobre las Escrituras, debe explicar francamente su posición, y todo ministro debe investigar las Escrituras con un espíritu libre de prejuicios para ver si los puntos presentados pueden ser comprobados por la palabra inspirada. “El siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad”. 2 Timoteo 2:24, 25. TM 31.1
Al recapacitar en nuestra historia pasada, habiendo recorrido cada paso de su progreso hasta nuestra situación actual, puedo decir: ¡Alabemos a Dios! Mientras contemplo lo que Dios ha hecho, me siento llena de asombro, y confianza en Cristo como nuestro líder. No tenemos nada que temer por el futuro, excepto que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido. TM 31.2
Podemos ser ahora un pueblo fuerte, si ponemos nuestra confianza en el Señor; porque estamos manejando las grandiosas verdades de la Palabra de Dios. Tenemos todas las razones para estar agradecidos. Si andamos en la luz de los vivientes oráculos de Dios tal como brilla sobre nosotros, tendremos grandes responsabilidades, en correspondencia con la gran luz que Dios nos ha dado. Tenemos muchos deberes que realizar, porque hemos sido hechos depositarios de la verdad sagrada que debe ser dada al mundo en toda su hermosura y su gloria. Hemos contraído con Dios la deuda de usar toda ventaja que él nos ha confiado para hermosear la verdad por la santidad del carácter, y para proclamar los mensajes de amonestación, consuelo, esperanza y amor a los que están en las tinieblas del error y del pecado. TM 31.3
Gracias a Dios por lo que ya se ha hecho en proporcionar a nuestros jóvenes los medios para su preparación religiosa e intelectual. Muchos han sido educados para que puedan desempeñar una parte en las diversas ramas de la obra, no sólo en Norteamérica, sino en los campos extranjeros. Nuestras editoriales han proporcionado publicaciones que han difundido por todas partes el conocimiento de la verdad. Que todos los donativos que cual riachuelos han engrosado la corriente de la dadivosidad, sean reconocidos como una causa de gratitud a Dios. TM 32.1
Tenemos un ejército de jóvenes hoy que puede hacer mucho si es debidamente dirigido y animado. Queremos que nuestros niños crean la verdad. Queremos que sean bendecidos por Dios. Queremos que participen en planes bien organizados para ayudar a otros jóvenes. Sean todos preparados de tal manera que puedan presentar correctamente la verdad dando razón de la esperanza que hay en ellos, y honrando a Dios en todo ramo de la obra donde estén capacitados para actuar... TM 32.2
Como discípulos de Cristo, es nuestro deber difundir la luz que sabemos que el mundo no tiene. Que los hijos de Dios “sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna”. 1 Timoteo 6:18, 19.*[Estudio adicional: Primeros Escritos, 97-107; Joyas de los Testimonios 1:444-450; Joyas de los Testimonios 2:260-264.] TM 32.3