La profecía debe cumplirse. El Señor dice: “He aquí, yo os envío al profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible”. Alguien debe venir con el espíritu y el poder de Elías, y cuando aparezca, los hombres posiblemente dirán: “Eres demasiado piadoso, no interpretas las Escrituras de la debida manera. Déjame decirte cómo tienes que predicar tu mensaje”. TM 475.3
Hay muchos que no pueden percibir la diferencia que hay entre la obra de Dios y la del hombre. Presentaré la verdad tal como Dios me la da, y os digo ahora: Si continuáis buscando faltas y alimentando un espíritu de discordia, nunca conoceréis la verdad. Jesús dijo a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar”. No estaban en condiciones de apreciar las cosas sagradas y eternas; pero Jesús prometió enviarles el Consolador, que les enseñaría todo lo que él les había dicho. TM 476.1
Hermanos, no debemos depender de los hombres. “Dejaos del hombre, cuyo aliento está en su nariz; porque ¿de qué es él estimado?” No nos conviene beber de la fuente del valle cuando hay otra en la montaña. Dejemos las corrientes bajas. Vayamos a las fuentes que están en las alturas. Si hay un aspecto de la verdad que no podéis entender, con el que no concordáis, investigad, comparad un versículo con otro, ahondad el pozo de la verdad en la mina de la Palabra de Dios. Debéis ofreceros vosotros mismos y vuestras opiniones sobre el altar de Dios, abandonar vuestras ideas preconcebidas y permitir que el Espíritu del cielo os guíe a toda verdad.—The Review and Herald, 18 de febrero de 1890. TM 476.2