“Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía. Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia abundante”. “Y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía”. En el Oriente la lluvia temprana cae en el tiempo de la siembra. Es necesaria para que la semilla germine. Gracias a la influencia de estas precipitaciones fertilizantes, aparecen los tiernos brotes. La lluvia tardía, que cae hacia el fin de la temporada, madura el grano y lo prepara para la siega. El Señor emplea estos fenómenos naturales para ilustrar la obra del Espíritu Santo. Así como el rocío y la lluvia caen al principio para que la semilla germine, y luego para que la cosecha madure, se da el Espíritu Santo para que lleve a cabo a través de sus etapas el proceso del crecimiento espiritual. La maduración del grano representa la terminación de la obra de la gracia de Dios en el alma. Mediante el poder del Espíritu Santo se ha de perfeccionar en el carácter la imagen moral de Dios. Debemos ser totalmente transformados a la semejanza de Cristo. TM 506.1
La lluvia tardía que madura la cosecha de la tierra representa la gracia espiritual que prepara a la iglesia para la venida del Hijo del hombre. Pero a menos que haya caído la lluvia temprana, no habrá vida; la hoja verde no aparecerá. A menos que las primeras precipitaciones hayan hecho su obra, la lluvia tardía no podrá perfeccionar ninguna semilla. TM 506.2
Ha de haber “primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga”. Debe haber un desarrollo constante de la virtud cristiana, un progreso permanente en la experiencia cristiana. Debiéramos procurar esto ardientemente, para que adornemos la doctrina de Cristo, nuestro Salvador. TM 506.3
Muchos, en gran medida, han dejado de recibir la lluvia temprana. No han obtenido todos los beneficios que Dios ha provisto para ellos por medio de ella. Esperan que la deficiencia sea suplida por la lluvia tardía. Cuando se conceda la gracia en forma abundante y rica, se proponen abrir sus corazones para recibirla. TM 507.1
Están cometiendo una terrible equivocación. La obra que Dios ha comenzado en el corazón humano al darle su luz y conocimiento, debe progresar continuamente. Todo individuo debe ser consciente de su propia necesidad. El corazón debe estar exento de contaminación, y limpio, para que en él more el Espíritu. Por medio de la confesión y el abandono del pecado, por medio de la oración ferviente y la consagración a Dios, los primeros discípulos se prepararon para el derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. La misma obra, sólo que en mayor medida, debe realizarse ahora. En aquel entonces el instrumento humano sólo tenía que pedir la bendición y esperar que el Señor perfeccionara la obra concerniente a él. Es Dios quien comienza la obra, y la terminará, perfeccionando al hombre en Cristo Jesús. TM 507.2
Pero no debe descuidarse la gracia representada por la lluvia temprana. Sólo los que estén viviendo a la altura de la luz que tienen, recibirán más luz. A menos que estemos avanzando diariamente en la ejemplificación de las virtudes cristianas activas, no reconoceremos las manifestaciones del Espíritu Santo en la lluvia tardía. Podrá estar derramándose en los corazones de los que están en torno de nosotros, pero no lo percibiremos ni lo recibiremos. TM 507.3
En ningún momento de nuestra experiencia podemos prescindir de la ayuda que nos capacitó para comenzar. Las bendiciones recibidas en ocasión de la lluvia temprana nos son necesarias hasta el mismo fin. Sin embargo, no bastan por sí solas. Al mismo tiempo que atesoramos las bendiciones de la lluvia temprana, no debemos perder de vista, por otra parte, el hecho de que sin la lluvia tardía, que llena la espiga y madura el grano, la cosecha no estaría lista para la siega, y las labores del sembrador habrían sido inútiles. Se necesita gracia divina al comienzo, se necesita gracia divina a medida que se avanza, y sólo la gracia divina puede completar la obra. No hay lugar para que descansemos en actitud descuidada. Nunca debemos olvidar las amonestaciones de Cristo: “Velad en oración”, “Velad... en todo tiempo orando”. El contacto permanente con los instrumentos divinos es esencial para nuestro progreso. Podemos haber recibido cierta medida del Espíritu de Dios, pero mediante la oración y la fe debemos tratar de obtener una porción más abundante. No debemos cesar nunca en nuestros esfuerzos. Si no progresamos, si no asumimos la actitud necesaria para recibir tanto la lluvia temprana como la tardía, perderemos nuestras almas, y la responsabilidad será solamente nuestra. TM 507.4
“Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía”. No os conforméis con la idea de que la lluvia va a caer a su debido tiempo. Pedidla. El crecimiento y la maduración de la semilla no dependen del agricultor. Sólo Dios puede madurar la cosecha. Pero se requiere la cooperación del hombre. La obra de Dios en favor de nosotros demanda la actividad de nuestra mente, y que ejerzamos fe. Debemos requerir sus favores con todo el corazón si deseamos que las lluvias de gracia desciendan sobre nosotros. Debiéramos aprovechar toda oportunidad de ubicarnos en el canal de bendición. Cristo dijo: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Las convocaciones de la iglesia, tales como las asambleas generales, las reuniones de la iglesia local, y todas las oportunidades en que se trabaja personalmente por las almas, son las ocasiones señaladas por Dios para dar la lluvia temprana y la tardía. TM 508.1
Pero nadie piense que por asistir a esas reuniones su deber ya está cumplido. El asistir solamente a todas las reuniones que se realizan, no implicará bendición para el alma. No es ley inmutable que todos los que asisten a reuniones generales o locales reciban grandes provisiones del cielo. Las circunstancias pueden parecer favorables para un abundante derramamiento de las lluvias de gracia. Pero Dios mismo debe ordenar que la lluvia caiga. Por lo tanto, no debemos escatimar la súplica. No debemos confiar en la forma en que comúnmente actúa la providencia. Debemos orar para que Dios abra las fuentes de las aguas de vida. Y nosotros mismos debemos recibirlas. Oremos con corazón contrito y con el mayor fervor para que ahora, en el tiempo de la lluvia tardía, los aguaceros de la gracia caigan sobre nosotros. Cada vez que asistamos a una reunión, deben ascender nuestras plegarias para que en ese mismo momento Dios imparta calor y humedad a nuestras almas. Al buscar a Dios para que nos conceda el Espíritu Santo, él producirá en nosotros mansedumbre, humildad de mente, y una consciente dependencia de Dios con respecto a la lluvia tardía que trae perfección. Si oramos con fe por esa bendición, la recibiremos tal como Dios lo ha prometido. TM 509.1
El profeta Zacarías representa la forma permanente en que el Espíritu Santo se comunica con la iglesia, por medio de una figura que contiene una admirable lección de ánimo para nosotros. El profeta dice: “Volvió el ángel que hablaba conmigo, y me despertó, como un hombre que es despertado de su sueño. Y me dijo: ¿Qué ves? Y respondí: He mirado, y he aquí un candelabro todo de oro, con un depósito encima, y sus siete lámparas encima del candelabro, y siete tubos para las lámparas que están encima de él; y junto a él dos olivos, el uno a la derecha del depósito, y el otro a su izquierda. Proseguí y hablé, diciendo a aquel ángel que hablaba conmigo: ¿Qué es esto, señor mío?... Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos... Hablé aún de nuevo, y le dije: ¿Qué significan las dos ramas de olivo que por medio de dos tubos de oro vierten de sí aceite como oro?... Y él dijo: Estos son los dos ungidos que están delante del Señor de toda la tierra”. TM 509.2
De los dos olivos el aceite áureo fluía a través de los tubos de oro a los depósitos de los candelabros, y de allí a las lámparas de oro que alumbraban el santuario. De la misma manera, por medio de los santos que están en la presencia de Dios, se imparte su Espíritu a los seres humanos consagrados a su servicio. La misión de los dos ungidos consiste en impartir luz y poder al pueblo de Dios. Están en la presencia de Dios para recibir bendiciones en favor de nosotros. Así como los olivos se vacían en los tubos de oro, los mensajeros celestiales tratan de transmitir todo lo que reciben de Dios. La totalidad del tesoro celestial aguarda que lo pidamos y recibamos, y a medida que nos llegue la bendición, debemos impartirla a nuestra vez. Así se alimentan las santas lámparas, y la iglesia llega a ser portaluz para el mundo. TM 510.1
Esta es la obra que el Señor desea que cada alma preparada realice en este tiempo, cuando los cuatro ángeles están reteniendo los cuatro vientos, para que no soplen hasta que los siervos de Dios sean sellados en la frente. No hay tiempo para la complacencia propia. Hay que aparejar las lámparas del alma. Deben recibir el aceite de la gracia. Deben extremarse las precauciones para impedir la decadencia espiritual, no sea que el gran día de Dios nos sorprenda como ladrón en la noche. Cada testigo de Dios debe trabajar inteligentemente ahora en el tipo de actividad que el Señor le ha señalado. Cada día debemos obtener una experiencia viva y profunda con respecto al perfeccionamiento del carácter cristiano. Cada día debemos recibir el aceite santo, a fin de poder impartirlo a los demás. Todos pueden ser portaluces ante el mundo si lo desean. Debemos esconder el yo en Jesús, de manera que no se vea. Debemos recibir la palabra del Señor en forma de consejos e instrucciones, y comunicarla con gozo. Se necesita ahora mucha oración. Cristo ordena: “Orad sin cesar”; esto es, mantened la mente dirigida a Dios, fuente de todo poder y eficiencia. TM 510.2
Podemos haber estado siguiendo por mucho tiempo el sendero angosto, pero no es seguro tomar esto como prueba de que proseguiremos en él hasta el fin. Si hemos andado con Dios en comunión con su Espíritu, se debe a que lo hemos buscado diariamente por medio de la fe. El áureo aceite que fluye por los tubos de oro nos llega proveniente de los dos olivos. Pero los que no cultivan el espíritu y el hábito de la oración, no pueden esperar recibir el dorado aceite de la bondad, la paciencia, la longanimidad, la cortesía y el amor. TM 511.1
Todos han de mantenerse separados del mundo, que está lleno de iniquidad. No debemos caminar con Dios sólo por un tiempo, para luego apartarnos de su compañía a fin de andar a la luz de las chispas que nosotros mismos producimos. Debemos ser firmes y constantes, perseverantes en los actos de fe. Debemos alabar a Dios para manifestar su gloria mediante un carácter justo. Ninguno de nosotros obtendrá la victoria sin un esfuerzo perseverante, incansable, proporcionado al valor del objeto que buscamos, es a saber, la vida eterna. TM 511.2
La dispensación en la cual vivimos debe ser, para los que lo soliciten, la dispensación del Espíritu Santo. Pedid su bendición. Es tiempo de que seamos más ardientes en nuestra devoción. A nosotros se nos ha encomendado la ardua pero feliz y gloriosa tarea de revelar a Cristo a los que están en tinieblas. Se nos ha llamado a proclamar las verdades especiales para este tiempo. Para todo esto el derramamiento del Espíritu es esencial. Debemos orar por él. El Señor espera que se lo pidamos. No hemos emprendido esta tarea con todo el corazón. TM 511.3
¿Qué puedo decir a mis hermanos en el nombre del Señor? ¿Qué proporción de nuestros esfuerzos se ha realizado de acuerdo con la luz que el Señor ha tenido a bien darnos? No podemos depender ni de la forma ni de la maquinaria externa. Lo que necesitamos es la influencia vivificante del Santo Espíritu de Dios. “No con ejército ni con fuerza, sino con mi espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”. Orad sin cesar, y velad mientras obráis en armonía con vuestras oraciones. Al orar, creed, confiad en Dios. Es el tiempo de la lluvia tardía, cuando el Señor concederá su Espíritu en abundancia. Sed fervientes en la oración, y velad en el Espíritu.*[Estudio adicional: Primeros Escritos, 36-39, 269-273. TM 512.1
¿Cómo hemos de seguir a nuestro Maestro para aprender de él? Podemos escudriñar su Palabra y familiarizarnos con su vida y sus obras. Debemos recibir sus palabras como pan para nuestras almas. En todo lugar donde se coloque al hombre, el Señor Jesús nos ha dejado sus huellas. Hacemos bien en seguirlo. Debemos albergar el Espíritu por el cual él habló. Debemos presentar la verdad tal como es en Jesús. Debemos seguirlo especialmente en la pureza de corazón y en el amor. El yo debe estar escondido con Cristo en Dios; entonces, cuando Cristo, que es nuestra vida, se manifieste, también apareceremos con él en gloria (Special Testimonies to Ministers and Workers, No 9). TM 512.2