Los muchos sermones argumentativos rara vez enternecen y subyugan el alma... Cada mensajero de la verdad debiera tener la preocupación de hacer resaltar la plenitud de Cristo. Cuando no se presenta el don gratuito de la justicia de Cristo, los discursos son secos y faltos de espíritu; no se alimentan las ovejas y corderos. Dijo Pablo: “Ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder”. 1 Corintios 2:4. Hay médula y grosura en el Evangelio. Jesús es el centro viviente de todo. Ponga a Cristo en cada sermón. Sean tratadas la preciosa misericordia y la gloria de Jesucristo, porque el Cristo interior es la esperanza de gloria.—Carta 15, 1892. 1MS 185.3