Ciertamente es un misterio que Dios fuera así manifestado en la carne, y sin la ayuda del Espíritu Santo no podemos esperar comprender este tema. La lección más humillante que el hombre tiene que aprender es que la sabiduría humana es nada, y que es necedad el tratar de descubrir a Dios por sus propios esfuerzos. Puede esforzar sus facultades intelectuales al máximo, puede tener lo que el mundo llama una educación superior y, sin embargo, todavía puede ser ignorante a los ojos de Dios. Los antiguos filósofos se jactaban de su sabiduría, pero ¿cuánto peso tenía ésta en la balanza de Dios? Salomón tenía gran conocimiento, pero su sabiduría era necedad, porque no sabía cómo mantenerse moralmente independiente, libre del pecado, en la fortaleza de un carácter modelado según la similitud divina. Salomón nos ha dado el resultado de su investigación, de sus penosos esfuerzos, de su perseverante búsqueda. Declara que su sabiduría es completa vanidad. 1MS 292.2
El mundo no conoció a Dios por sabiduría. Su estimación del carácter divino, su imperfecto conocimiento de los atributos de Dios, no aumentaron ni expandieron su concepto mental. Su mente no se ennobleció en conformidad con la voluntad divina, sino que se sumergió en la más crasa idolatría. “Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles”. Romanos 1:22, 23. Este es el valor de todos los requisitos y del conocimiento apartados de Cristo. 1MS 292.3
“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida—declara Cristo—; nadie viene al Padre, sino por mí”. Juan 14:6. Cristo está investido con poder para dar vida a todas las criaturas. “Como me envió el Padre viviente—dice él—, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí”. “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”. Juan 6:57, 63. Cristo no se refiere acá a su doctrina sino a su persona, a la divinidad de su carácter. El dice otra vez: “De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán. Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del hombre”. Juan 5:25-27. 1MS 293.1