Había terminado la obra del Salvador en la tierra. Había llegado el tiempo para que regresara a su hogar celestial. “Y los sacó fuera [a los discípulos] hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo. Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo”. Lucas 24:50, 51. 1MS 360.1
Mientras asciende Cristo, en el acto de bendecir a sus discípulos, un ejército de ángeles lo rodea como una nube. Cristo lleva consigo a la multitud de cautivos. Los presentará ante el Padre como a las primicias de los que duermen, como una evidencia de que ha vencido la muerte y el sepulcro. En los portales de la ciudad de Dios, una innumerable hueste de ángeles espera su llegada. Al acercarse, los ángeles que hacen de escolta se dirigen con tonos triunfantes a los que están en las puertas: 1MS 360.2
“Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
y alzaos vosotras, puertas eternas,
y entrará el Rey de gloria”. 1MS 360.3
“¿Quién es este Rey de gloria?” preguntan los ángeles que aguardan. 1MS 360.4
“Jehová el fuerte y valiente,
Jehová el poderoso en batalla.
Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
y alzaos vosotras, puertas eternas,
y entrará el Rey de gloria”. 1MS 360.5
Otra vez preguntan los ángeles que esperan: “¿Quién es este Rey de gloria?” Y los ángeles de la escolta responden con acordes melodiosos: “Jehová de los ejércitos, él es el Rey de la gloria”. Salmos 24:7-10. Entonces son abiertos de par en par los portales de la ciudad de Dios y penetra rápidamente la hueste angélica. 1MS 361.1
Allí está el trono, y en torno de él el arco de la promesa. Hay serafines y querubines. Los ángeles lo rodean, pero Cristo les indica que se alejen. Entra en la presencia del Padre. Muestra el símbolo de su triunfo: las primicias, los resucitados con él, los representantes de los muertos cautivos que saldrán de sus tumbas cuando suene la trompeta. Se aproxima al Padre, y si hay gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, si el Padre se regocija por uno con cánticos, procure captar esto la imaginación. Cristo dice: Padre, consumado es. He hecho tu voluntad, oh mi Dios. He completado la obra de la redención. Si tu justicia está satisfecha, “aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo”. Juan 17:24. Y se oye la voz de Dios; la justicia está satisfecha; Satanás está vencido. “La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron”. Salmos 85:10. Los brazos del Padre rodean al Hijo, y se oye su voz que dice: “Adórenle todos los ángeles de Dios”. Hebreos 1:6. 1MS 361.2