Las personas que trabajan con más éxito son aquellas que asumen alegremente la obra de servir a Dios en las cosas pequeñas. Cada ser humano debe trabajar con el hilo de su vida entretejiéndolo con la trama para completar el modelo.—Joyas de los Testimonios 2:402. SC 125.2
Hemos de convertir nuestros deberes cotidianos en actos de devoción, aumentando constantemente en utilidad, porque vemos nuestra obra a la luz de la eternidad.—Testimonies for the Church 9:150. SC 126.1
En su vasto plan, el Señor tiene un lugar para cada uno. No ha dado talento alguno que no sea necesario.—Joyas de los Testimonios 3:303. SC 126.2
Cada uno tiene su lugar en el plan eterno del cielo. Cada uno ha de trabajar en cooperación con Cristo para la salvación de las almas. Tan ciertamente como hay un lugar preparado para nosotros en las mansiones celestiales, hay un lugar designado en la tierra donde hemos de trabajar para Dios.—Lecciones Prácticas del Gran Maestro, 297. SC 126.3
Los ojos del Señor se fijan en cada uno de sus hijos: tiene planes acerca de cada uno de ellos.—Joyas de los Testimonios 2:367. SC 126.4
Todos pueden hacer algo en la obra. Nadie será declarado inocente delante de Dios a menos que haya trabajado fervorosa y abnegadamente por la salvación de las almas.—Testimonies for the Church 5:395. SC 126.5
No podréis transferir vuestro deber a otros. Nadie sino vosotros mismos puede realizar vuestro trabajo. Si retenéis vuestra luz, alguien deberá ser dejado en las tinieblas a causa de vuestro descuido.—Testimonies for the Church 5:464. SC 126.6
El humilde obrero que responde obedientemente al llamado de Dios puede estar seguro de que recibirá ayuda divina. El aceptar una responsabilidad tan grande y santa resulta elevador para el carácter. Pone en acción las facultades mentales y espirituales más elevadas, y fortalece y purifica la mente y el corazón. Mediante la fe en el poder de Dios, es admirable cuán fuerte puede llegar a ser un hombre débil, cuán decididos sus esfuerzos, cuán prolífico en grandes resultados. El que empieza con poco conocimiento, de una manera humilde, y dice lo que sabe, mientras busca diligentemente un conocimiento mayor, hallará todo el tesoro celestial que espera su demanda. Cuanto más trate de impartir luz, más luz recibirá. Cuanto más procure uno explicar la Palabra de Dios a otros, con amor por las almas, más clara se le presentará. Cuanto más usemos nuestro conocimiento y ejercitemos nuestras facultades, más conocimiento y poder tendremos.—Lecciones Prácticas del Gran Maestro, 322, 323. SC 126.7
Trabaje cada uno para Dios y para las almas; manifieste cada uno sabiduría, y nunca sea hallado ocioso, aguardando que alguien lo ponga a trabajar. Ese “alguien” que podría poneros a trabajar está recargado de responsabilidades, y se pierde tiempo aguardando directivas. Dios os dará sabiduría para reformaros en seguida: porque todavía os dirige el llamamiento: “Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña”. “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.” Hebreos 3:7, 8. El Señor encabeza el requerimiento con la cariñosa palabra “hijo”. ¡Cuán tierno, compasivo y, sin embargo, cuán urgente es el llamamiento. Su invitación es también una orden.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 321. SC 127.1
La fuerza para resistir al mal se obtiene mejor mediante el servicio agresivo.—Los Hechos de los Apóstoles, 86. SC 127.2
Todo acto de justicia, misericordia y benevolencia, produce música en el cielo.—The Review and Herald, 16 de agosto de 1881. SC 127.3
El espíritu de Cristo es un espíritu misionero. El primer impulso del corazón regenerado es el de traer a otros también al Salvador.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 76. SC 127.4
La única forma de crecer en la gracia es estar realizando con todo interés precisamente la obra que Cristo nos ha pedido que hagamos.—The Review and Herald, 7 de junio de 1887. SC 127.5
No debéis esperar mejores oportunidades o habilidades extraordinarias para empezar a trabajar por Dios.—El Camino a Cristo, ed. 1952, 86. SC 128.1
El hombre que bendice a la sociedad, y hace que su vida sea un éxito, es aquel que, ora sea educado o inculto, utiliza todas sus facultades en el servicio en favor de Dios y de sus semejantes.—The Southern Watchman, 2 de abril de 1903. SC 128.2
Muchos a quienes Dios ha calificado para hacer un excelente trabajo, realizan muy poco, porque intentan poco.—Lecciones Prácticas del Gran Maestro, 301. SC 128.3
Si fracasáis noventa y nueve veces de cada cien, pero tenéis éxito en salvar una sola alma de la ruina, habéis hecho algo noble por la causa del Maestro.—Testimonies for the Church 4:132. SC 128.4
Las relaciones entre Dios y cada una de las almas son tan claras y plenas como si no hubiese otra alma por la cual hubiera dado a su Hijo amado.—El Camino a Cristo, ed. 1952, 102, 103. SC 128.5
El Señor ve y entiende, y te empleará a pesar de tu debilidad, si ofreces tu talento como don consagrado a su servicio, porque en el servicio activo desinteresado los débiles se vuelven fuertes y gozan de su precioso elogio. El gozo del Señor es un elemento de fuerza. Si eres fiel, la paz que sobrepuja todo entendimiento será tu recompensa en esta vida, y en la venidera entrarás en el gozo de tu Señor.—Joyas de los Testimonios 3:219, 220. SC 128.6
Personas de poco talento, si son fieles en conservar sus corazones en el amor de Dios, pueden ganar muchas almas para Cristo. Harlan Page era un pobre mecánico de capacidad normal y educación limitada; pero hizo que el progreso de la causa de Dios fuera su principal ocupación, y sus esfuerzos fueron coronados con señalado éxito. Trabajaba por la salvación de sus semejantes valiéndose de la conversación privada y la oración ferviente. Estableció reuniones de oración, organizó escuelas dominicales, y distribuyó folletos y otro material de lectura religiosa. Y en su lecho de muerte, mientras las sombras de la eternidad descansaban sobre su semblante, pudo decir: “Sé que todo lo que hice lo realicé por la gracia de Dios y no por ningún mérito; pero creo que tengo evidencia de que más de cien almas han sido convertidas a Dios por medio de mi trabajo personal”.—Testimonies for the Church 5:307, 308. SC 128.7
Este mundo no es el cielo del cristiano, sino meramente el taller de Dios, donde hemos de adquirir la capacidad de unirnos con los ángeles inmaculados en un cielo santo.—Testimonies for the Church 2:187. SC 129.1
Los más humildes y más pobres de los discípulos de Jesús pueden ser una bendición para otros. Pueden no echar de ver que están haciendo algún bien especial, pero por su influencia inconsciente pueden derramar bendiciones abundantes que se extiendan y profundicen, y cuyos benditos resultados no se conozcan hasta el día de la recompensa final. Ellos no sienten ni saben que están haciendo alguna cosa grande. No necesitan cargarse de ansiedad por el éxito. Tienen solamente que seguir adelante con tranquilidad, haciendo fielmente la obra que la providencia de Dios indique, y su vida no será inútil. Sus propias almas crecerán cada vez más a la semejanza de Cristo; son colaboradores de Dios en esta vida, y así se están preparando para la obra más elevada y el gozo sin sombra de la vida venidera.—El Camino a Cristo, ed. 1952, 86, 87. SC 129.2
Hay muchos que se han entregado a Cristo, y sin embargo no ven la oportunidad de hacer una gran obra o grandes sacrificios en su servicio. Estos pueden encontrar consuelo en el pensamiento de que no es necesariamente la entrega que se hace en el martirio la que es más agradable a Dios; puede ser que no sea el misionero que diariamente ha soportado el peligro y encarado la muerte, el que se destaque en primer plano en los registros celestiales. El cristiano que lo es en su vida privada, en la entrega diaria del yo, en la sinceridad de propósito y la pureza de pensamiento, en la mansedumbre que manifiesta bajo la provocación, en la fe y en la piedad, en la fidelidad en las cosas menores, aquel que en la vida del hogar representa el carácter de Cristo: tal persona, a la vista de Dios, puede ser más preciosa que el misionero o el mártir mundialmente conocido.—Lecciones Prácticas del Gran Maestro, 370. SC 129.3
No es la cantidad de trabajo que se realiza o los resultados visibles, sino el espíritu con el cual la obra se efectúa lo que le da valor ante Dios.—Lecciones Prácticas del Gran Maestro, 365. SC 130.1
La aprobación del Maestro no se da por la grandeza de la obra realizada, o porque se hayan logrado muchas cosas, sino por la fidelidad en las cosas aun pequeñas. No son los grandes resultados que obtenemos, sino los motivos que nos inducen a obrar, lo que pesa ante Dios. El premia la bondad y la fidelidad más que la magnitud del trabajo realizado.—Testimonies for the Church 2:510, 511. SC 130.2
No descuidéis las cosas pequeñas esperando una obra más importante. Puede ser que seáis capaces de cumplir con éxito una obra limitada mientras que fracasaríais completamente en una obra más grande, cayendo además en el desaliento. Haced todo lo que os venga a mano. Ya seáis ricos o pobres, grandes o pequeños, Dios os llama a servirle activamente. Al hacer voluntariamente lo que os venga a mano, vuestros talentos y aptitudes se desarrollarán para la obra. Y es al descuidar las oportunidades diarias como os volvéis inútiles. Por esta causa hay en el huerto del Señor tantos árboles que no llevan fruto.—Joyas de los Testimonios 3:348. SC 130.3
El Señor desea que usemos cada don que poseemos; y si lo hacemos, tendremos mayores dones para usar. El no nos otorga de una manera sobrenatural las cualidades de que carecemos; pero mientras usamos lo que tenemos, él obrará con nosotros para aumentar y fortalecer toda facultad. En todo sacrificio ferviente y sincero que hagamos en el servicio del Maestro, nuestras facultades se acrecentarán.—Lecciones Prácticas del Gran Maestro, 322. SC 130.4
El corazón de Cristo se regocija a la vista de aquellos que son pobres en todo el sentido de la palabra; se regocija por la vista de los maltratados que son mansos; por los que aparentemente no están satisfechos y tienen hambre de justicia, por la incapacidad de muchos en cuanto a empezar. El da, por así decirlo, la bienvenida al propio estado de cosas que desalentaría a muchos predicadores.—Obreros Evangélicos, 38. SC 131.1
No necesitamos ir a tierras de paganos, ni aun dejar el pequeño círculo del hogar, si es ahí adonde el deber nos llama a trabajar por Cristo. Podemos hacer esto en el seno del hogar, en la iglesia, entre aquellos con quienes nos asociamos y con quienes negociamos.—El Camino a Cristo, ed. 1952. 85. SC 131.2
La vida en la tierra es el comienzo de la vida en el cielo; la educación en la tierra es una iniciación en los principios del cielo; la obra de la vida aquí es una preparación para la obra de la vida allá. Lo que somos ahora en carácter y servicio santo es el símbolo seguro de lo que seremos.—La Educación, 297. SC 131.3
Los que rechazan el privilegio del compañerismo con Cristo en el servicio, rechazan la única preparación que imparte idoneidad para participar con él en la gloria. Rechazan la preparación que en esta vida da fuerza y nobleza de carácter.—La Educación, 257. SC 131.4
Nadie piense que podría vivir una vida de egoísmo, y entonces, habiendo servido a su propio interés, entrar en el gozo de su Señor. No podría participar en el gozo del amor desinteresado. No estaría preparado para los atrios celestiales. No podría apreciar la atmósfera pura del amor que compenetra el cielo. Las voces de los ángeles y la música de sus arpas no lo satisfarían. Para su mente la ciencia del cielo sería un enigma.—Lecciones Prácticas del Gran Maestro, 332, 333. SC 131.5
El Salvador nos invita a realizar esfuerzos pacientes y perseverantes en favor de millones de almas esparcidas en todo país, que perecen en sus pecados, como náufragos en una playa desierta. Los que quieran participar de la gloria de Cristo deben también tomar parte en su ministerio y ayudar a los débiles, a los miserables y desanimados.—Joyas de los Testimonios 3:299. SC 132.1
Los hombres comunes han de ocupar su lugar como obreros. Compartiendo los dolores de sus semejantes como el Salvador compartió los dolores de la humanidad, por la fe lo verán a él trabajando junto con ellos.—Testimonies for the Church 7:272. SC 132.2
Cristo está retratándose en cada discípulo. Dios ha predestinado a cada uno a ser conforme “a la imagen de su Hijo”. En cada uno el longánime amor de Cristo, su santidad, mansedumbre, misericordia y verdad, han de manifestarse al mundo.—El Deseado de Todas las Gentes, 754. SC 132.3
La invitación a ponerlo todo sobre el altar del servicio le llega a cada uno. No se nos pide a todos que sirvamos como sirvió Eliseo, ni somos todos invitados a vender cuanto tenemos; pero Dios nos pide que demos a su servicio el primer lugar en nuestra vida, que no dejemos transcurrir un día sin hacer algo que haga progresar su obra en la tierra. El no espera de todos la misma clase de servicio. Uno puede ser llamado al ministerio en una tierra extraña; a otro se le pedirá tal vez que dé de sus recursos para sostener la obra del Evangelio. Dios acepta la ofrenda de cada uno. Lo que resulta necesario es la consagración de la vida y de todos sus intereses. Los que hagan esta consagración oirán el llamamiento celestial y le obedecerán.—La Historia de Profetas y Reyes, 165, 166. SC 132.4
El hombre sabio del mundo, que medita y hace planes, y cuyo negocio siempre ocupa su mente, debe llegar a ser sabio en los asuntos de interés eterno. Si él pusiera tanta energía para obtener los tesoros celestiales y la vida que se mide con la vida de Dios, como el que dedica a obtener ganancias mundanas, ¡qué no podría realizar!—Testimonies for the Church 6:297. SC 133.1
Dios conmoverá a los hombres que se hallan en posiciones humildes para que proclamen el mensaje de la verdad presente. Podrá verse a muchos de los tales apresurándose de aquí para allá, constreñidos por el Espíritu de Dios a dar la luz a los que se hallan en tinieblas. La verdad es como fuego en sus huesos, y los llena de un deseo ardiente de iluminar a aquellos que se hallan en tinieblas. Muchos, aun entre las personas de poca cultura, proclamarán la Palabra de Dios. Los niños serán inducidos por el Espíritu Santo a salir para declarar el mensaje del cielo. El Espíritu será derramado sobre los que responden a sus impulsos. Desentendiéndose de las reglas obligatorias humanas y de los movimientos cuidadosos, se unirán al ejército del Señor.—Testimonies for the Church 7:26, 27. SC 133.2