Los padres acuden con sus familias a las ciudades, porque se imaginan que allí es más fácil ganarse la vida que en el campo. Los hijos, no teniendo qué hacer cuando no están en la escuela, se educan en la calle. De las malas compañías adquieren hábitos de vicio y disipación.—Joyas de los Testimonios 2:74 (1882). EUD92 99.4
Enviad a los hijos a escuelas ubicadas en la ciudad, donde toda clase de tentación aguarda para atraerlos y desmoralizarlos, y la obra de la edificación del carácter será diez veces más difícil tanto para los padres como para los hijos.—Fundamentals of Christian Education, 326 (1894). EUD92 100.1
Las ciudades rebosan de tentaciones. Debemos planear nuestra obra de tal manera que mantengamos a nuestros jóvenes tan alejados como se pueda de esa contaminación.—El hogar adventista, 120 (1902). EUD92 100.2
Es tiempo de que nuestro pueblo lleve a sus familias de las ciudades a localidades más apartadas, de lo contrario muchos de los jóvenes, y también muchos de los de más edad, serán entrampados y arrebatados por el enemigo.—Testimonies for the Church 8:101 (1904). EUD92 100.3
Ni una familia en cien se beneficiará física, mental o espiritualmente por residir en la ciudad. La fe, la esperanza, el amor y la felicidad se adquieren con facilidad mucho mayor en los lugares retraídos, donde hay campos, colinas y árboles. Alejad a vuestros hijos de los espectáculos y ruidos de la ciudad, del traqueteo y bullicio de los tranvías y otros vehículos, y tendrán mentes más sanas. Resultará más fácil grabar en su corazón la verdad de la Palabra de Dios.—El hogar adventista, 121 (1905). EUD92 100.4