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La oratoria—Los gestos MPa 228

En el púlpito, no asuma actitudes y expresiones calculadas para causar efecto—Veo que en el ministerio debe realizarse una gran reforma antes de que éste se convierta en lo que Dios desea. Cuando los ministros están en el púlpito no tienen licencia para comportarse como actores teatrales, asumiendo actitudes y expresiones calculadas para causar efecto. No ocupen el púlpito sagrado como actores sino como maestros de verdades solemnes. Hay también ministros fanáticos, quienes, al intentar predicar a Cristo, causan conmoción, gritan, dan saltos y golpean el púlpito como si estos ejercicios físicos fueran de algún provecho. Estas extravagancias no prestan fuerza a las verdades pronunciadas, sino por el contrario desagradan a hombres y mujeres de juicio claro y de conceptos elevados. Es el deber de los hombres que se dedican al ministerio dejar la conducta áspera y ruidosa por lo menos fuera del púlpito.—El Evangelismo, 464. MPa 228.2

Refine su decoro en el púlpito—Se espera que el hombre de Dios, el ministro de Cristo, esté completamente provisto de toda buena obra. Un ministro pomposo, todo un dignatario, no hace falta para tal obra. Pero el decoro es necesario en el púlpito. Un ministro del Evangelio no debe ser descuidado en su actitud. Si es el representante de Cristo, su porte, su actitud, sus gestos, deben ser de tal carácter que no cause disgusto en el oyente. Los ministros deben ser refinados. Deben descartar todos los modales, actitudes y gestos toscos, y deben buscar en ellos mismos un porte de humilde dignidad.—Testimonies for the Church 1:648, 649. MPa 228.3