Mediante la acción de echar el grano en la tierra, el Salvador representa su sacrificio por nosotros. “Que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere—dice él—, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”.17Juan 12:24. Únicamente por medio del sacrificio de Cristo, la Simiente, podía obtenerse fruto para el reino de Dios. De acuerdo con la ley del reino vegetal, la vida es resultado de su muerte. ED98 110.2
Lo mismo ocurre con todos los que dan fruto como colaboradores con Cristo; el amor y el interés propios deben perecer; la vida debe ser echada en el surco de la necesidad del mundo. Pero la ley del sacrificio del yo es la ley de la conservación propia. El agricultor conserva el grano cuando lo arroja a la tierra. Del mismo modo será conservada la vida que se da generosamente para servicio de Dios y del hombre. ED98 110.3
La semilla muere para dar origen a nueva vida. Por medio de esto se nos enseña la lección de la resurrección. Dios ha dicho del cuerpo humano depositado en el sepulcro donde se reduce a polvo: “Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder”.181 Corintios 15:42, 43. ED98 110.4
Cuando los padres y maestros tratan de enseñar estas lecciones, deberían hacerlo en forma práctica. Preparen los niños el terreno y siembren la semilla. Mientras trabajan así el terreno, el padre o el maestro puede compararlo con el jardín del corazón y la semilla buena o mala echada en él, y explicar que, así como es necesario preparar el jardín para sembrar la semilla natural, es necesario preparar el corazón para sembrar la semilla de la verdad. Al esparcir la semilla en el terreno, pueden enseñar la lección de la muerte de Cristo, y al brotar la hierba, la verdad de la resurrección. A medida que crece la planta, se puede continuar la comparación entre la siembra natural y la espiritual. ED98 111.1
De modo semejante se debería enseñar a los jóvenes. Continuamente se pueden aprender lecciones del cultivo del suelo. Nadie se instala en un pedazo de tierra inculta con la esperanza de que dé inmediatamente una cosecha. Se debe hacer una labor diligente, perseverante, en la preparación del suelo, la siembra de la semilla y el cultivo de las mieses. Del mismo modo se debe proceder en la siembra espiritual. Debe cultivarse el jardín del corazón. La tierra debe ser roturada por el arrepentimiento. Deben sacarse de raíz las malas hierbas que ahogan el grano sembrado. Así como se requiere un trabajo diligente para limpiar un campo que se ha llenado de abrojos, sólo se pueden vencer las malas tendencias del corazón por medio de esfuerzos fervientes hechos en el nombre y el poder de Cristo. ED98 111.2
Al cultivar la tierra, el trabajador reflexivo descubrirá que se abren ante él tesoros jamás soñados. Nadie puede tener éxito en los trabajos agrícolas o de la huerta si no presta atención a las leyes que entrañan. Es necesario estudiar las necesidades especiales de cada variedad de plantas. Las diversas variedades requieren terreno y cultivo diferentes, y la condición del éxito es la obediencia a las leyes que rigen a cada una. La atención requerida al trasplantar, para que no se cambien de lugar ni amontonen siquiera las raíces más finas, el cuidado de las plantas tiernas, la poda y el riego; la protección contra la helada de la noche y el sol durante el día, el cuidado que hay que ejercer para mantener alejadas las malas hierbas, las enfermedades y las plagas de insectos, el arreglo de las plantas, no sólo enseñan lecciones importantes en cuanto al desenvolvimiento del carácter, sino que el trabajo mismo es un medio de desarrollo. Al cultivar el cuidado, la paciencia, la atención a los detalles, la obediencia a la ley, se obtiene una educación esencial. El contacto constante con el misterio de la vida y el encanto de la naturaleza, así como la ternura necesaria para cuidar esos hermosos objetos de la creación de Dios, tienden a vivificar la mente y refinar y elevar el carácter, y las lecciones aprendidas preparan al trabajador para tratar con más éxito con otras mentes. ED98 111.3