La fortaleza más poderosa del vicio en nuestro mundo no es la vida inicua del pecador abandonado, o del paria degradado; es la vida que parece virtuosa, honorable, noble, pero en la cual se fomenta un pecado, se abriga un vicio. Para el alma que lucha en secreto contra alguna tentación gigantesca y tiembla al borde del precipicio, semejante ejemplo es uno de los más poderosos incentivos para pecar. El que, dotado de elevados conceptos de la vida, la verdad y el honor, viola intencionalmente un precepto de la santa ley de Dios, pervierte sus nobles dones hasta convertirlos en una tentación para pecar. El genio, el talento, la simpatía, hasta las acciones generosas y bondadosas, pueden llegar a ser así lazos de Satanás para atraer a las almas al precipicio de la ruina. ED98 150.2
Por eso Dios ha dado tantos ejemplos que muestran los resultados que puede tener un solo acto malo. Desde la triste historia de aquel pecado “que trajo la muerte al mundo, y toda nuestra desgracia, con la pérdida del Edén”, hasta la de aquel que por treinta piezas de plata vendió al Señor de gloria, la biografía bíblica abunda en ejemplos dados como advertencias puestas en las sendas que se apartan del camino de la vida. ED98 150.3
También son una advertencia los resultados que han seguido al hecho de ceder una sola vez a la debilidad humana y al error, fruto de la pérdida de la fe. ED98 150.4
Por faltarle una vez la fe, Elías abrevió la obra de su vida. Pesada había sido la carga que había llevado en favor de Israel; fieles habían sido sus advertencias contra la idolatría nacional, y profunda su preocupación cuando, durante los tres años y medio de hambre, esperó una señal de arrepentimiento. En el monte Carmelo estuvo solo de parte de Dios. La idolatría fue derribada por el poder de la fe, y la lluvia bendita dio testimonio de las lluvias de bendición que aguardaban para ser derramadas sobre Israel. Luego, cansado y débil, huyó ante las amenazas de Jezabel, y solo en el desierto oró para pedir la muerte. Le había faltado la fe. No podría completar la obra que había empezado. Dios le ordenó que ungiera a otro como profeta en su lugar. ED98 151.1