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Capítulo 42—Los años de ministerio de Pablo HR 325

Pablo era un obrero incansable. Viajaba constantemente de lugar en lugar, a veces por regiones inhóspitas, otras por mar, en medio de tormentas y tempestades. No permitía que nada le impidiera llevar a cabo su obra. Era el siervo de Dios y debía cumplir su voluntad. De viva voz y por medio de sus cartas comunicó un mensaje que desde entonces ha ayudado y fortalecido a la iglesia del Señor. Para nosotros, los que vivimos al final de la historia de la tierra, el mensaje que dio nos habla claramente de los peligros que amenazarían a la iglesia, y de las falsas doctrinas que el pueblo de Dios tendría que enfrentar. HR 325.1

Pablo fue de país en país y de ciudad en ciudad predicando a Cristo y fundando iglesias. Donde podía encontrar oyentes, trabajaba para contrarrestar el error y dirigir por la senda recta las pisadas de hombres y mujeres. A los que por sus labores, en cualquier lugar, aceptaban a Cristo, los organizaba en iglesias. No importaba cuán poco numerosos fueran, lo hacía. Y Pablo no olvidó las iglesias que había fundado así. Por pequeñas que fueran, eran objeto de su cuidado y su interés. HR 325.2

La vocación de Pablo requería de él servicios de diversas clases: trabajaba con las manos para ganarse la vida, fundaba iglesias y escribía cartas a las iglesias ya establecidas. No obstante, en medio de estas diversas labores, declaró: “Una cosa hago”. Filipenses 3:13. Un propósito permanecía constantemente delante de él en todas sus tareas: ser fiel a Cristo quien, cuando él blasfemaba su nombre y empleaba toda clase de medios disponibles para que otros blasfemaran también, se le reveló. El gran propósito de su vida consistía en servir y honrar a Aquel cuyo nombre antes había despreciado tanto. Su gran deseo consistía en ganar almas para el Salvador. Los judíos y gentiles podían oponerse y perseguirlo, pero nada lo haría apartarse de ese propósito. HR 325.3