Go to full page →

El capitán de las huestes de Jehová HR 182

Cuando Josué se apartó de los ejércitos de Israel para meditar y pedir a Dios que su presencia lo acompañara de una manera especial, vio a un hombre de elevada estatura, revestido de atuendos militares, con una espada desnuda en la mano. Josué no estaba seguro si pertenecía o no a los ejércitos de Israel, pero tampoco parecía enemigo. En su celo se aproximó a él y le dijo: “¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? El respondió: No; mas como príncipe del ejército de Jehová he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo? Y el príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo. Y Josué así lo hizo”. HR 182.2

No era un ángel común. Era el Señor Jesucristo que había conducido a los hebreos por el desierto envuelto en la columna de fuego de noche y en la columna de nube de día. El lugar era santo por causa de su presencia; por eso se le ordenó a Josué que se descalzara. HR 182.3

Entonces el Señor instruyó a Josué en cuanto a lo que debía hacer para tomar Jericó. Todos los hombres de guerra recibieron la orden de rodear la ciudad una vez por día durante seis días, y cuando llegara el séptimo debían rodearla siete veces. HR 183.1