Siento la impresión de que debo escribirle esta mañana para pedirle que se asegure de tratar a todos los hombres con equidad. Se me ha dicho que existe el peligro de que Ud. trate a algunos médicos en una forma tal que los perjudique. Debemos hacer todo lo que está a nuestro alcance para estimular el talento ministerial y también el de los médicos, proporcionándoles ventajas definidas; pero existe un límite más allá del cual no deberíamos ir. 2MS 226.4
Cuando procurábamos encontrar un médico para que sirviera como director del Sanatorio de Loma Linda, un médico experimentado accedió a venir bajo ciertas condiciones. Estableció cierta suma como remuneración por sus servicios y dijo que no iría por menos de eso. Algunos pensaron que como era tan difícil encontrar a la persona apropiada, debíamos invitarlo y satisfacer sus condiciones. Pero le dije al Hno. [J. A.] Burden: “No sería correcto emplear a ese médico y pagarle tanto, cuando hay otros que trabajan fielmente y reciben menos. Esto no constituye un acto de justicia, y el Señor me ha dicho que no aprobaría semejante discriminación”. 2MS 227.1
El Señor pide abnegación a los que están a su servicio, y esta obligación atañe a los médicos tanto como a los ministros. Tenemos por delante una obra agresiva que requiere medios, y debemos llamar al servicio a hombres jóvenes para que trabajen como ministros y médicos, no por los sueldos más elevados, sino en vista de las grandes necesidades que hay en la causa de Dios. Al Señor no le agrada este espíritu de codicia que procura los sueldos más elevados. Necesitamos médicos y ministros cuyos corazones estén consagrados a Dios, y que reciban sus órdenes de marcha del Médico Misionero más grande que ha recorrido este planeta. Que contemplen su vida de abnegación y que luego se sacrifiquen gustosamente a fin de permitir que más obreros participen de la siembra del Evangelio. Si todos trabajan con este espíritu, se requeriría menos dinero para los sueldos. 2MS 227.2
Algunos han fallado en este punto. Dios los ha bendecido con habilidad para prestar un servicio aceptable, pero ellos han fracasado en aprender la lección de la economía, de la abnegación y de andar humildemente con Dios. Se accedió a sus exigencias de sueldos más elevados, y ellos se tornaron extravagantes en el uso de los recursos; perdieron la influencia para el bien que deberían haber tenido, y la mano prosperadora de Dios no estuvo con ellos... Cuidado con confiar demasiado en los que exigen sueldos elevados antes de dedicarse a la obra del Señor. Le escribo esto a modo de precaución.—Carta 330, 1906. 2MS 227.3