En la mañana del 23 de octubre de 1879, más o menos a las dos, el Espíritu de Dios descansó sobre mí, y contemplé escenas relativas al juicio venidero. Carezco de un lenguaje adecuado para dar una descripción de las cosas que pasaron delante de mí, y del efecto que tuvieron sobre mi mente. NBEW 266.1
El gran día de la ejecución del juicio divino parecía haber llegado. La gente reunida delante del trono era diez mil veces diez mil en número, y sobre el trono estaba sentado un Personaje de apariencia majestuosa. Había varios libros delante de él, y sobre la tapa de cada uno estaba escrita la frase “Libro mayor del cielo”, con letras de oro que parecían una llama ardiente. NBEW 266.2
Uno de estos libros contenía los nombres de los que pretendían haber creído la verdad. Este fue abierto. Inmediatamente yo perdí de vista a los incontables millones que rodeaban el trono, y únicamente los que habían profesado ser hijos de la luz y de la verdad ocupaban mi atención. Mientras éstos eran nombrados, uno por uno, y mencionadas sus buenas acciones, sus rostros brillaban con un gozo santo que se reflejaba en todas direcciones. Pero esto no parecía ser lo que impresionaba con mayor fuerza mi mente. NBEW 266.3
Otro libro fue abierto, en el cual estaban registrados los pecados de los que profesaron la verdad. Bajo el encabezamiento general “egoísmo” venían todos los otros pecados. Había también encabezamientos en cada columna, y debajo de éstos, frente a cada nombre estaban anotados, en sus respectivas columnas, los pecados menores. Bajo el título de “codicia” venían el engaño, el robo, el fraude y la avaricia; bajo el título “ambición” venían el orgullo y la extravagancia; bajo “celos” estaban la malicia, la envidia, el odio; y la palabra “intemperancia” encabezaba una larga lista de terribles crímenes, como la lascivia, el adulterio, la complacencia de pasiones animales, etc. Mientras contemplaba todo esto, estaba llena de inexpresable angustia, y exclamaba: “¿Quién puede ser salvo? ¿Quién aparecerá justificado delante de Dios? ¿Los mantos de quiénes estarán inmaculados? ¿Quiénes son sin falta a la vista de un Dios puro y santo?” NBEW 266.4
Mientras el Santo sentado en el trono daba vuelta con lentitud las páginas del Libro mayor y sus ojos descansaban por un momento en los individuos, su mirada parecía quemar sus mismas almas, al tiempo que toda palabra y acción de la vida de ellos pasaban delante de sus mentes tan claramente como si estuvieran grabadas delante de su vista con letras de fuego. El temblor se posesionaba de ellos, y sus rostros palidecían... NBEW 267.1
Una clase de personas estaban registradas como los opresores de la tierra. Cuando el ojo penetrante del Juez descansaba sobre ellas, sus pecados de descuido eran distintamente revelados. Con labios pálidos y temblorosos ellos reconocían que habían sido traidores de su sagrado cometido. Habían tenido advertencias y privilegios, pero no les habían prestado atención ni los habían aprovechado. Podían ver ahora que habían presumido demasiado en cuanto a la misericordia de Dios... NBEW 267.2
Fueron mencionados los nombres de todos los que profesaban la verdad... En una página del Libro mayor, bajo el encabezamiento de “fidelidad”, estaba el nombre de mi esposo. Su vida, su carácter y todos los incidentes de nuestra experiencia, parecían ser traídos con vividez a mi mente. Mencionaré unos pocos hechos que me impresionaron. Se me mostró que Dios había calificado a mi esposo para una obra específica, y en su providencia nos había unido para que hiciéramos avanzar esta obra. Por medio de los Testimonios de su Espíritu, él le había impartido una gran luz. Mi esposo había pronunciado palabras de cautela, de advertencia, de reprobación y de ánimo; y era debido al poder de la gracia de Dios por lo que nosotros habíamos sido capacitados para realizar una parte en la obra desde su mismo comienzo. Dios había preservado sus facultades mentales milagrosamente, a pesar de que sus facultades físicas se gastaban cada vez más. NBEW 267.3
Dios debe recibir la gloria por la integridad inquebrantable y el noble valor que mi esposo había tenido para vindicar lo recto y condenar lo erróneo. Tal firmeza y decisión eran necesarias en el comienzo de la obra, y se han necesitado también durante todo el tiempo, mientras ésta progresaba paso a paso. El ha actuado en defensa de la verdad sin ceder en un solo principio para agradar al mejor amigo. Había tenido un temperamento ardiente, había sido valiente y atrevido para hablar. Esto a menudo lo había puesto en dificultades que frecuentemente podría haber evitado. El se había visto obligado a demostrar mayor firmeza, a ser más decidido, a hablar más fervientemente y con mayor valor, debido a los temperamentos tan diferentes de los hombres relacionados con él en su trabajo. NBEW 268.1
Dios le ha dado el poder de idear y ejecutar planes con la necesaria firmeza, porque él no rehusaba ejercer estas facultades mentales y aventurarse a fin de hacer progresar la obra de Dios. El yo a veces se había mezclado con la obra; pero cuando el Espíritu Santo dominó su mente, él fue un instrumento del mayor éxito en las manos de Dios, para la edificación de su obra. El ha tenido un elevado concepto de lo que el Señor espera de todos los que profesan su nombre: de su deber de defender a la viuda y al huérfano, de ser bondadoso con el pobre, y de ayudar al necesitado. El cuidaba celosamente los intereses de los hermanos, a fin de que no se tomara injusta ventaja en contra de ellos. NBEW 268.2
También vi registrados en el Libro mayor del cielo los esfuerzos fervientes de mi esposo para edificar las instituciones que hay en nuestro medio. La verdad difundida por la prensa era como rayos de luz que emanaban del sol en todas direcciones. Esta obra se comenzó y se desarrolló con gran sacrificio de fuerzas y de medios. NBEW 269.1